miércoles, 22 de octubre de 2014

"Ni olvido ni sumisión": debate con el público...

Un poco más de la presentación de "Ni olvido ni sumisión", esta vez, del debate con el público, en dos partes..

https://www.youtube.com/watch?v=6bWc9zt-rZ4&feature=youtu.be

 https://www.youtube.com/watch?v=OG79Q7nTrj8&feature=youtu.be

Esperamos sus aportes.
Para conseguir el libro, a la editorial (Macedonia Ediciones) por pagina web o al autor, por este medio o mail: hugoalejandrogomez@gmail.com.
Gracias.

martes, 21 de octubre de 2014

Presentación del libro #Ni olvido ni sumisión"

 Amigos de esta página:
El viernes 17 de octubre se hizo la presentación de mi seundo trabajo editorial, "Ni olvido ni sumisión. Desperonización y disciplinamiento durante la 'Libertadora'. 1955-1958". Estta es una filmación de esa jornada y espero que, además de gustarles, los motive a encargar el libro o a ponerse en contacto para brindar crítica o aportes de cualquier tipo. Gracias

https://www.youtube.com/watch?v=19IW7IADcgg&feature=youtu.be&a

jueves, 16 de octubre de 2014

Ni olvido ni sumisión: entre el amor y la resistencia...

En estos días hizo su aparición el segundo trabajo editorial de este humilde servidor: "Ni olvido ni sumisión. Desperonización y disciplinamiento durante la 'Libertadora'. 1955-1958", de Macedonia Ediciones.
El trabajo intenta demostrar, a partir de una serie de hipótesis principales y subordinadas, que la autoproclamada "Revolución Libertadora" llevó a cabo una política sistemática de desperonización y disciplinamiento de las masas obreras, principal sostén político (o "columna vertebral") del peronismo. Y que esa política derivó en la génesis y el desarrollo de un sistema de acción sindical conocida popularmente como "Vandorismo".
Para demostrar que la política fue sistemática, apelamos a un elemento de prueba contundente: la legislación promulgada por la dictadura de Lonardi (en su breve período) primero, y por Aramburu, después. El análisis de los decretos y decretos leyes, a través de sus artículos, pero también, de sus vistos y considerandos, llevó también a establecer cómo una serie de supuestos ideológicos y culturales, nacen desde un organismo de propaganda oficial y se difunden cual zoncera jauretchiana.
Desperonización:
Consideramos medidas desperonizantes a aquellas tendientes a desvincular afectiva, política, ideológica y culturalmente a la masa obrera del peronismo que lo precedió. Por ello, la legislación deperonizante tiene como máximo exponente o paradigma desperonizador, al decreto-ley 4161, famoso por establecer penas de multas o prisión efectiva a quien osare silbar la marcha o nombrar a Perón. Decimos que es el paradigma pr lo simbólico, pero también, por su extremado carácter represivo. En términos de desperonización, se pueden citar numerosos ejemplos que condenaban a quienes hayan ejercido cargos públicos durante el gobierno peronista o a quienes hayan apoyado desde la CGT al Gobierno.
Disciplinamiento:
El disciplinamiento es un concepto trabajado desde la filosofía del filósofo Michael Foucault y apunta a establecer vínculos de sometimiento con las masas con el objetivo de sostener a la clase dominante en el lugar de privilegio que ocupa. Esos vínculos de sometimiento se logran a través de un castigo sobre quie se atreve a desobedecer los lineamientos impuestos por la clase dominante.
Por lo tanto, el disciplinamiento tiene un claro objetivo económico y político, tendiente a mantener el orden establecido en función de las clases dominantes, que son quienes establecen, de acuerdo a sus intereses, qué es un delito y cómo se castiga.
Los paradigmas de disciplinamiento serán, pues, los decretos-ley 10362, 10363 y 10364 de fecha 10 de junio de 1956, que son los referidos a los fusilamientos contra los militares y civiles que se alzaron contra la dictadura bajo el mando del General Juan José Valle.
También podemos decir que las medidas de disciplinamiento son rigurosas en muchos aspectos y las distintas medidas castigadas con prisión o imposibilidad de ejercer cargos o funciones públicas, son variopintas.
Movimiento obrero:
El principal sostén político del peronismo, el movimiento obrero, fue el principal enemigo de esta dictadura y la mayor víctima de esta legislación. Los sindicatos peronistas (que adhirieron al peronismo) fueron inmediatamente intervenidos y sus dirigentes encarcelados y perseguidos. Aquellos que se encontraban al mando de socialistas, comunistas o radicales (los llamados "independientes"), conservaron su situación de privilegio, sus cargos y una situación de poder y privilegio ante la CGT intervenida.
Los trabajadores adherentes al peronismo debieron resistir, por un lado, mientras rompían el Congreso Normalizador de la CGT, digitado por los "independientes" y los dictadores, formando una CGT paralela de carácter absolutamente peronista: las 62 Organizaciones Peronistas. Pero por otro lado, los dirigentes más visibles, acostumbrados a su situación de privilegio ante sus reclamos, debieron aprender a negociar en una posición decididamente desfavorable. Es el origen del vandorismo.
"Ni olvido ni sumisión..." será presentado este viernes 17 de octubre en el Centro de la Cultura Popular Diego Armando Maradona, en Av. Pte. Perón 975 (ex Gaona), Villa Sarmiento, Morón, Buenos Aires, Agentina. Los esperamos a todos los asiduos visitantes de "Historia Nacional y Popular" y a los interesados en conseguir el libro, comunicarse con Macedonia Ediciones o con el autor a su correo electrónico (hugoalejandrogomez@gmail.com) o a su Facebook, Hugo Alejandro Gómez. Los esperamos.

lunes, 4 de agosto de 2014

La batalla cultural: entre Jauretche y la nada… ¿Qué?




En un viejo artículo de “Historia Nacional y Popular” (ver “Defensiva…”) señalábamos una problemática vigente, porque se trata de un problema permanente, que se renueva con diferentes asuntos y entreveros, pero que en esencia es la misma. La batalla dialéctica, más allá de ser una batalla discursiva, es una apropiación del espacio cultural, algo que la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, se encargó de denominar “la batalla cultural”. La batalla cultural es, ni más ni menos, que un posicionamiento discursivo o dialéctico, para presentar debate historiográfico, político, cultural, en fin, ideológico, frente a una posición que, a priori, se presenta como dominante desde que la Patria es Patria y la vida es sueño, diría Calderón.
Esta batalla, es, ni más ni menos, que la contraposición estructural y superestructural de la competencia entre dos modelos, dos corrientes de pensamiento o dos proyectos de país, batalla que no es nueva y atraviesa toda la Historia Argentina y, si se quiere, Latinoamericana. Veamos por qué.
Cuando todo era nada, era nada, el principio…[1]
La crisis del orden colonial de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, que implicó la independencia de las colonias americanas, fue producto de una serie de intereses contrapuestos entre las potencias centrales que estaban configurando un nuevo orden económico y político internacional. Mientras Inglaterra pujaba por parir esa inevitable Revolución Industrial, Francia intentaba ejercer el contrapeso político correspondiente y España, en una caída irrefrenable, hacía malabares para sostener no sólo sus colonias, sino también, su propio orden interno. El triunfo de la Revolución capitalista inglesa sobre la revolución burguesa francesa (que luego se fundirían en una, política y económica) determinó la subordinación del orden internacional a los nuevos mandatos económicos.  
De esta manera, América Latina y la Argentina, más específicamente, quedan subordinados a este nuevo orden internacional que, hasta un historiador moderado y liberal no duda en denominar como “orden neocolonial” (Tulio Halperín Donghi, “Historia contemporánea de América Latina”, Alianza Editorial). Las nuevas colonias latinoamericanas, la Argentina especialmente, quedan sujetas a este pacto neocolonial y con un rol específico en la nueva División Internacional del Trabajo (DIT): ser productoras de materias primas para el mercado mundial, ávido de sus embarques para generar las manufacturas que sus centros industriales producirían con sumo agrado y a un alto costo para este continente. Por algo, Eduardo Galeano inicia su obra cumbre refiriéndose a la DIT, expresando que “consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”, y que “nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza” (Eduardo Galeano, “Las venas abiertas de América Latina”, Editorial Siglo XXI). De este modo, las sociedades neocoloniales van configurando un orden de acuerdo a este alineamiento. Y las oligarquías o clases dominantes se formarán en base a esos postulados, intereses y acuerdos comerciales.
En la nueva nación Argentina, desde el inicio mismo de la Revolución de Mayo, ese problema genera una interna en la Junta Revolucionaria. Los dogmáticos, revolucionarios, son marginados por la oligarquía comercial, lo que le cuesta el exilio y la vida a Mariano Moreno (más allá de toda duda), condena a Castelli a morir en la cárcel, envía a Belgrano a bailar con la más fea del baile y excluye a Artigas de toda discusión, amén de relegar a Monteagudo a un rol secundario y marginal, tomando mate en el patio del fondo. La revolución triunfante en Buenos Aires es apropiada por el creciente sector mercantil y financiero del puerto, que se erige como centro de poder comercial y, por lo tanto, político. La primera batalla, la de generar un país independiente y con proyecto económico propio o no, fue ganada por el centro capitalista mundial encarnado por Gran Bretaña. Duró unos pocos años, ya que los descalabros que generaba esta dispersión política requerían de una mano firme y con un proyecto más definido. Cuando Juan Manuel de Rosas se encarga de la gobernación de Buenos Aires (luego de que la caótica situación le costara la vida al líder de una representación ajena a los intereses foráneos, Manuel Dorrego), el proyecto de país cambia de rumbo. Las provincias recuperan autonomía a pesar de que el gobernador bonaerense se queda con la cabeza del león, es decir, la administración de la Aduana portuaria. Pero aún así, recuperan el oxígeno necesario para respirar las industrias provinciales. Nuevamente los vinos cuyanos y los tejidos del altiplano se vuelven a imponer ante los vinos españoles y franceses y los ponchos de Manchester. Las barreras aduaneras obligan a los imperios a tomar medidas y Francia e Inglaterra son derrotados en la heroica Vuelta de Obligado y se ven impelidos a buscar una estrategia diferente a la invasión foránea, puesto que los gauchos ordinarios tienen un orgullo nacional que jamás habían enfrentado. La forma era confrontarlos a unos con otros y, aquellos que formaban parte de esos intereses mercantiles, se plegaron gustosos a derrocar al gobernador que no permitía que cualquier barco extranjero navegara libremente por los ríos interiores ni admitía el libre comercio como ellos necesitaban. Lograron, con la ayuda de un caudillo popular, Urquiza, y los ejércitos de la Banda Oriental y Brasil, derrotar a ese salvaje gaucho que no entendía nada de ordenamiento político y económico internacional. Quedó desterrado al olvido y pudieron, por fin, con la guía de la comunidad internacional, imponer la Santa Constitución que tanto venían reclamando. El proyecto de país empezaba a tomar forma.
Hubo tierra, agua, sangre, flores, todo eso y también tiempo…
Pero claro. Esta tierra estaba infestada de salvajes y de sangre gaucha que “sólo sirve para abonar la tierra”, en palabras de Gloria y Loor, Honra sin Par. La arremetida contra Rosas debía completarse contra la hermana Paraguay de Solano López y los gauchos argentinos, incivilizados ellos, se oponen a la guerra y son también aniquilados, más específicamente sus líderes, Felipe Varela y el Chacho Peñaloza. Se completa el círculo para que el país se incorpore amablemente al mercado mundial. La división internacional del Trabajo precisaba de la incorporación de las naciones americanas al mercado mundial como productoras de materias primas. La Argentina, incluso, emprende la guerra al malón para incorporar las tierras del indio, ya que la pampa era necesaria para comenzar a cultivar el trigo y criar las vacas necesarias, mientras que la Patagonia era necesaria para seguir criando y proveyendo la lana de las ovejas que las industrias de Manchester seguían reclamando.
La misma problemática se estaba dando incluso en el riñón del mundo capitalista. El sur esclavista de los EEUU pretendía seguir ligado a los intereses de la industria textil inglesa produciendo algodón bajo un modo de producción esclavista. El norte industrial intentaba generar políticas de promoción independientes de los centros del mundo capitalista. Habiendo capacidades y materias primas… ¿Para qué vender la materia prima y pagarla más cara manufacturada, si podemos hacer todo y venderlo nosotros, se preguntaron? Una pregunta que en la Argentina se hicieron unos pocos y fueron silenciados o derrotados. Las polémicas de Rojas y Patrón con Ferré y luego el nacionalismo económico de Vicente Fidel López contra el liberalismo mitrista de Miguel Cané dan cuenta de que aquí había plena conciencia de dos posiciones antagónicas y dos proyectos diferenciados. Son innumerables los textos que tratan sobre ello e incluso en historiadores que no se pueden tildar de “nacionalistas y populares”; José Carlos Chiaramonte lo desarrolla muy bien en “Nacionalismo y liberalismo económicos en la Argentina” (Buenos Aires, Hyspamérica, 1986). La diferencia es que en EEUU triunfa el norte industrialista. Aquí, la conformación de una oligarquía terrateniente que se apodera del poder político, determina el triunfo de estos intereses contra los sectores de las pequeñas industrias manufactureras. Si querías una Nación importante, libre e independiente... Andá a llorar a la Iglesia.
Claramente digo que éste fue el mundo del hombre…
El modelo agroexportador es posible con la incorporación al mercado mundial en las condiciones que proponía la DIT y la formación de un Estado nacional liberal acorde a esos postulados. La clase dirigente que se apropió de la Revolución de Mayo y la recupera en Caseros, ahora tiene todo el aparato en su poder para moldear la Nación a su antojo. En la superestructura, se apropia del aparato jurídico imponiendo una legislación y un ordenamiento constitucional acorde a sus intereses. En lo estructural se apropia del aparato del Estado para dar forma a la estructura productiva (FFCC, reparto de tierras, políticas migratorias, etc.) que podía ser útil a los sectores dominantes y los poderes hegemónicos ligados al poder del capitalismo central.
Pero como todo concluye al fin y nada puede escapar, esta bonanza que permitía a la oligarquía terrateniente argentina disfrutar de las tardes parisinas y el placer de las fiestas en los palacios medievales europeos y el invierno de esquí en los Alpes suizos, tenía que acabar. La crisis del modelo agroexportador y sus propias limitaciones quedan expuestas cuando el estallido financiero del ’29 derrumba como un castillo de naipes los fundamentos económicos que sostenían el orden internacional. El reordenamiento implicó la aplicación de un mercantilismo amarrete que no permitía la salida de divisas más allá de las fronteras internas o, a lo sumo, dentro del territorio de las colonias. El mayor comprador de nuestro país, Inglaterra, decide comprar lo que nos compraba a nosotros, en sus propias colonias: Australia, la India y tantas más. El proyecto conservador y oligárquico que recupera el poder luego del breve interregno radical, envía al vicepresidente Julio A. Roca (h) a negociar y volver feliz luego de la firma del Pacto con el ministro británico Runciman. Al mismo tiempo que declaraba que la Argentina era la joya más preciada de las colonias británicas, exhibía sus ancas para demostrar que nos habían quitado hasta los calzones. El modelo seguía pugnando por aflorar en sentido contrario. Arturo Jauretche, Scalabrini Ortíz, Hernández Arregui y un grupo de intelectuales nacionalistas denunciaban desde la FORJA que otro país era posible. El Golpe de Estado de 1943 y la gesta de 1945 pusieron al país nuevamente en la senda de los patriotas de Mayo. La línea Mayo-Caseros, era combatida, ahora, por la de San Martín-Rosas-Perón.
Se contaron, todas estas cosas…
El período 1946-2003 es parte de un todo indisoluble signado por un común denominador: la violencia política. No es que antes no la hubiera habido. Sucede que la oligarquía jamás vio y se sintió tan amenazada en sus intereses y privilegios. La clase trabajadora fue empoderada por su líder y se hizo visible a la realidad política argentina. Sus reclamos fueron oídos; sus demandas, satisfechas; y sus derechos, adquiridos. Los sindicatos se sentaban en las mesas de negociaciones a pelear de igual a igual con los empresarios. La pequeña y mediana industria y el pequeño y mediano productor encontraron sus representaciones en nuevos organismos donde no estaban sometidos a los intereses de la UIA, la SR y otros. La Confederación General Económica, la Confederación General de la Industria, la del Comercio, etc, surgen  presentando y representando lineamientos e intereses distintos de los que representaban los monstruos grandes que siempre pisaron fuerte. Una fábrica de tornillos de Avellaneda podía tener voz y no debía someterse a los imperios de la Coca-Cola, Mercedes-Benz o Molinos Río de la Plata. La CGT disputa la apropiación de la riqueza y el reparto llega a un histórico 53% a favor de los trabajadores en pleno auge del peronismo.
Lo que sigue, lo vivimos más de cerca: derrocamiento de Perón y 18 años de dictaduras y falsas democracias con represiones y fusilamientos a granel. El breve período camporista logrado a base de lucha, movilización, fierros (armas de fuego) y caños (bombas de fabricación casera), fue apenas un bálsamo. Perón ya no era aquel y dejó mansamente su legado en manos de la derecha más depiadada que conoció el Movimiento nacional hasta entonces. La Triple A fue su hija más dilecta en manos de la CNU, la policía loperreguista y el sindicalismo de Rucci y Miguel.
El desbande provocado por esta derecha no alcanzó y había que desaparecer, literalmente, todo vestigio de resistencia y lucha. La dictadura puso las cosas en orden y restauró el poder al orden conservador en lo económico y en lo político, desarticulando el Estado de bienestar peronista. Y como a veces para un peronista no hay nada peor que otro peronista, lo que empezó Martínez de Hoz y el alfonsinismo no se preocupó por sostener, lo poco que quedaba lo liquidó Menem (tóquese la parte de la humanidad más sensible a sus presagios cabuleros). El poder de la oligarquía terrateniente estaba donde siempre quiso estar y la clase media, en franco desbande, lloraba en la puerta de los bancos por sus ahorros abrazada a la innumerable horda de piqueteros desocupados a los que pronto despreciaría, una vez que pudo asomar el cogote del agua.
Y fue así. Fue así…
El 2003 da inicio a un nuevo proceso de la apropiación de los espacios políticos, económicos y sociales. Los marginados y los postergados de siempre comienzan a recuperar un espacio visible bajo el sol. El trabajo se vuelve costumbre y el acceso a beneficios y derechos (no dádivas, como muchos pretenden suponer) reincorpora al cuerpo social a la legión de postergados con jubilaciones, salarios y subsidios, así como acceso a la tierra, al crédito, a la tecnología y a la educación y salud. Pero brindar presupone que debe salir de algún lado. Y sale de lo que antes generaba más plusvalía. Más ganancias para los poderes concentrados. Para brindar estos beneficios, había que recortar esas ganancias extraordinarias. Y comenzó la nueva batalla. La Sociedad Rural, la UIA, la banca, el FMI y tantos poderes más, no reaccionaron pasivamente. Pero esta vez, sucedió algo inédito: la Argentina no se encontró sola en esta lucha que siempre fue desigual. Chávez, Lula, Evo, Correa y un gran concierto de naciones comenzaron a escuchar y acompañar, emparejando este eterno tire y afloje. La unidad latinoamericana no es la florcita adornando el cuaderno escolar entre las páginas del “relato”. Es el poder de las naciones históricamente subyugadas unidas y presentando batalla. Sin esa unidad, cada una de estas naciones se cae por sí sola y vuelve nuevamente al dominio del imperio. De allí que los medios dominantes insistan en querer fisurar estas relaciones poniéndole cámaras ocultas al Pepe Mugica para ver en quién se desgracia cuando va al baño o en intentar demostrar que Cristina no es sólida gobernante porque la pastera sigue contaminando y no le declara la guerra al Uruguay.
El último 25 de mayo se conmemoró, junto a la celebración de la gesta de 1810, por primera vez y de manera oficial, un nuevo aniversario de la despedida de Don Arturo Jauretche. La posición política del Gobierno Nacional en la negociación en los tribunales estadounidenses, dejó una pieza de oratoria maravillosa con reseña histórica incluida, sobre los orígenes y el desarrollo de la deuda externa argentina. En estos dos proyectos de Nación enfrentados una y otra vez a lo largo de la Historia Argentina, sólo uno de ellos se preocupa por apropiarse de los poderes económicos y políticos y supeditó el resto a esos intereses. El otro, el campo nacional y popular, siempre propuso una lucha integral y la apropiación de lo político y lo económico no se sostienen en el tiempo sin una concientización de lo que representa esta batalla cultural. La que nos clarifica en lo político, nos enriquece en lo dialéctico, nos une en lo histórico y nos afirma en lo ideológico. Perder la batalla cultural, y esto la presidenta lo sabe a la perfección, representa perder todo lo conquistado. Descuidarse, equivale a entregar los calzones, tal como lo hiciera cierto vicepresidente en los ‘30 y fuera imitado, con creces, por cierto presidente en los ‘90.


[1] Los subtítulos corresponden a la canción “Génesis”, del álbum “La Biblia” de la banda argentina Vox Dei.

jueves, 8 de mayo de 2014

¿Milicias populares u obligatorias? Entre Ricchieri, Walsh y Carrasco

Es un juego simple el de ser soldado:
Ellos siempre insultan, yo siempre callado;
Descansé muy poco y me puse malo:
Las estupideces empiezan temprano.

Es muy común que las sociedades identifiquen un problema y encuentren rápidamente una solución. Es casi mágico. Como en las sociedades primitivas, en las que el sacerdote hablaba con el dios mientras caían los rayos o se producía un eclipse, en la actualidad, los filósofos de café y los politólogos de colas bancarias encuentran el camino rápido y simple que los que hacen política no pueden ver porque están demasiado ocupados en “hacer la suya”.
De este modo, es fácil ver el ordenamiento vehicular del tránsito con manos y contramanos inventadas (y aplicadas) entre cafés y medialunas, o violencias tribuneras “erradicadas” con la prohibición de la otra mitad en los estadios.
Así sucede con la inseguridad nuestra de cada día. Desde el paredón de fusilamiento a la poda testicular, las soluciones aparecen una tras otra. Susana Giménez no deja de sorprenderse ante la ferocidad de ciertos reclamos que, al lado de su pena de muerte son un canto al morbo y al sadismo.
La aparición del “clamor popular” por la restauración del Servicio Militar Obligatorio (SMO, de aquí en más) no es nueva. La novedad, es que esta vez fue instalado el debate de su aplicación desde el mismísimo espacio político del oficialismo. Es decir, desde el lugar menos impensado. Porque se considera que sería una medida regresiva. Todo lo contrario a las políticas de este gobierno. El único e inefable evaluador de culos, Mauricio Macri, por una vez tuvo los reflejos lo suficientemente rápidos para despegar de la propuesta y considerarla “inapropiada” porque “sería una vuelta al pasado”. ¿Qué habrá pasado para que el alcalde reaccionario sobrevuele la aldea de las libertades civiles y el legislador oficialista se recueste en las suaves sábanas de la mano dura? Más allá del oportunismo político del candidato del Pro para el 2015 y del derrape incongruente del que pide “lo que pide la gente”, lo cierto es que la mano dura y represiva es un reclamo de algunos sectores sociales que después, con los resultados sobre la mesa, se dividen en dos bandos: el que defiende lo que pidió diciendo que “algo habrán hecho” o el que pide justicia por tanta violencia “incivilizada”, lavándose las manos cual Poncio Pilatos. El SMO es, ni más ni menos, que un anacronismo (algo que está fuera de este tiempo) no por que quienes estamos en contra lo veamos así, sino porque la sociedad que le dio vida y lo sostuvo era otra hasta el momento en que decidió darle fin con un consenso social mayoritario; y es otra la sociedad que ahora pide por su retorno, no tan mayoritariamente como se quiere hacer creer. La misma mayoría es la mayoría que pide las medidas drásticas de la circuncisión pélvica o la guillotina pública de manera impúdica, esdrújulamente hablando.

Los intolerantes, no entendieron nada;
Ellos decían “Guerra”; yo decía “No, gracias”;
A amar a la Patria bien nos exigieron:
Si ellos son la Patria yo soy extranjero.

Como explicáramos en algún trabajo anterior, el imperio de la guerra aparece por la necesidad de conquistar territorios más aptos para el cultivo y la cría de animales. El curso de los ríos se vuelve fundamental para ello y por eso, las primeras sociedades se instalan frente a ríos que desbordan y fertilizan las tierras, en la Mesopotamia asiática y en Egipto. La conquista del territorio y la lucha por la supervivencia, militarizan la vida de los pueblos. Se vuelve inevitable criarse entre humo, sangre y espadas. Desde pequeños, los niños maman la guerra pues en algún momento de su vida, si no él, algún miembro de su familia combate, es herido, mutilado o muerto en batalla. Las mutilaciones son más frecuentes que la muerte misma. Y ver a un padre o un hermano mutilado, en la cotidianeidad del diario acontecer, vuelve a la guerra un condimento más de la vida diaria. Guerrear se vuelve tan común como roturar la tierra para el cultivo o darle de comer a los cerdos en el corral de la familia. La vida militar es la vida misma, diría Soledad Silveyra. No hay demasiada elección. Si aparecía un Ghandi, le cortaban el gañote apenas hilvanaba un par de frases que intentaran detener el golpe de una espada. Así, el período de la Antigüedad humana es el período de la formación de imperios a base de conquista militar y esclavitud. Aristóteles y Platón pudieron pensar trivialidades la mayor parte de su tiempo porque tenían una caterva de esclavos laburando mientras ellos pensaban en la esencia humana rascándose soberanamente el higo. El escultor de la Venus de Milo quizás pasó una vida puliendo los detalles de su obra… Porque había un esclavo que le barría las esquirlas de roca que iba esculpiendo y una esclava favorita que le cebaba mate mientras guiñaba un ojo y apuntaba con un pulgar hacia su obra. Así… cualquiera es escultor.
La guerra es de interés público en la Antigüedad, mientras los imperios se masacraban y esclavizaban unos a otros, y se convierte en un asunto privado en la Edad Media, cuando los dueños de los ejércitos pasan a ser los señores feudales. Cuando la guerra era pública, la soldadesca era reclutada de manera voluntaria. De hecho, hasta pedían entrar al servicio militar, como en Roma, puesto que ser militar brindaba beneficios y privilegios que no eran pa’ cualquiera. En cambio, cuando se privatizan los ejércitos, los soldados tienen que estar capacitados y no cualquiera accede a empuñar una espada. La profesionalización del cargo militar suponía ventajas y ascenso social. Pocas sociedades se dedicaron específicamente a la guerra como forma de vida, pero ello era producto de la necesidad para defenderse de otros imperios. Sociedades militarizadas como las de los hititas o los espartanos eran producto de su tiempo. Crecer para guerrear. Vivir para la espada. Morir en batalla como muerte digna. Conceptos que marcan una época y una forma de vida. Pero también, las relaciones internacionales.

Se darán cuenta que aquél lugar
Era insoportable para alguien normal;
Por eso me dije” basta de quejarme,
Yo me vuelvo a casa” y decidí largarme.
Les grité bien fuerte lo que yo creía
Acerca de todo lo que ellos hacían;
Evidentemente les cayó muy mal
Y así es que me echaron del cuartel general.

En los países de América, la formación de ejércitos, como toda producción humana, también surge por el imperio de la necesidad. Los ejércitos se forman de manera improvisada y casi sin planificación cuando surgen las luchas de independencia. Hasta entonces, la militarización estaba reservada a los grandes imperios y cada uno con su ámbito de predominio. Francia, en tierra, e Inglaterra que le roba la supremacía marítima a España en la batalla de Trafalgar, mandan cada uno en lo suyo. La competencia por los mercados y las conquistas territoriales continúan y las invasiones inglesas al Río de la Plata en 1806 y 1807 obligan a la formación de un ejército local, ante la falta de respuesta de la corona española. El Virreinato toma conciencia de sí, como bien explica don Tulio en su brillante “Revolución y Guerra”. La lucha por la independencia obliga a engrosar las filas milicianas y las levas obligatorias son feroces y arrasan con las clases populares. Los patriotas acomodados que van voluntariamente a ponerse el uniforme militar son pocos. El siglo XIX, en la Argentina, es el siglo de la militarización compulsiva. Desde el negro que combatió a los españoles para ganar su libertad (como el sargento Cabral) hasta el gaucho que era llevado compulsivamente y perseguido por “vago y malentretenido” (como la semblanza de Martín Fierro), todos combatieron en distintos ámbitos y contra diferentes enemigos sin quererlo.
La lucha por la independencia, la lucha contra las provincias vecinas, la guerra al malón o la de la Triple Alianza, todas fueron resistidas por los soldados que eran arrancados de sus vidas sencillas para empuñar un arma y especializarse en el duro oficio de matar. Pero aparecen también, con relativo éxito, las milicias populares, voluntarias y politizadas. El “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela  se oponen como caudillos provinciales a las políticas centralistas del poder político de Buenos Aires, pero también se oponen a la fratricida guerra contra el Paraguay, con una posición política y económica muy clara, dejando sentada la posición que luego adoptaría la Historia y merece poca discusión: la guerra se hizo para instaurar el libre comercio en función de los intereses económicos de Inglaterra. Estos caudillos formaron las primeras Montoneras en base a su carisma y su liderazgo político. Y fueron aniquilados por ello; porque quienes empuñaron las armas para pelear a su lado lo hicieron con la convicción de estar defendiendo a su Patria. No porque fueron obligados. Las milicias populares son la innovación militar pues son las milicias voluntarias y políticas, luchando no por un interés, sino por una causa.

Si todos juntos tomamos la idea
Que la libertad no es una pelela;
Se cambiarían todos los papeles
Y estarían vacíos muchos más cuarteles.
Porque a usar las armas bien, nos enseñaron
Y creo que eso es lo delicado.
Piénselo un momento señor General:
Porque yo que usted me sentiría muy mal.

La instauración del SMO a principios de siglo XX por un proyecto del General Ricchieri no obedece a razones puramente militares, aunque se planteaban hipótesis de conflicto respecto a los países vecinos, especialmente a causa de litigios limítrofes. El SMO surge por necesidad cultural, por las mismas causas que llevaron a instalar la obligatoriedad escolar y el voto a los extranjeros residentes. La gran cantidad de inmigrantes y los hijos de inmigrantes nacidos en estas pampas, no tenían sentido de nacionalidad ni de pertenencia. De hecho, asistían a escuelas con su propio idioma y se nucleaban en sus Centros Gallegos, Societá Italiana o Club Portugués. La Nación Argentina, les pasaba muy por el costado y cuando hablaban de Patria, lo hacían refiriéndose a la tierra de sus ancestros y no a la de su nacimiento, que era ésta. De allí que, en pleno florecimiento de los nacionalismos, el discurso de la jerarquía militar se construye en un patriotismo casi irracional y los castigos más duros eran aplicados a quienes no conocían ni cantaban con la debida afinación las canciones patrias, o no guardaban el decoro y el respeto que las insignias merecían.
El SMO, como la educación primaria obligatoria o el voto a extranjeros residentes, tienen la función concreta de construir nacionalidad en una población con patrones culturales extranjeros y que habían sido inculcados en sus naciones con el mismo objetivo: el de construir nacionalidad. La unificación de Alemania y la instalación de sus mitos raciales o la leyenda de Giuseppe Garibaldi en Italia, son los ejemplos más acabados de ello, ambos de fines de siglo XIX.
Desde entonces, el SMO se erigió en carga pública y era imposible evadirla. Quien se fugare era declarado desertor y debía cumplir con su obligación para con la Patria en cuanto fuera atrapado. El servicio variaba en su duración entre uno y dos años y fracción y se era asignado de acuerdo a un número de sorteo, donde los números más bajos eran eximidos, los que le seguían tenían el dudoso honor de ir al Ejército, la fracción siguiente iba a la Fuerza Aérea y los que tenían la desgracia de sacar los números más altos, eran castigados con el servicio en la fuerza más gorila de todas: la Marina.
La creciente militarización de las sociedades latinoamericanas dio paso a la politización de las Fuerzas. Los militares, como seres sociales, tenían la facultad de poseer una carga política e ideológica propia de cualquier ciudadano. Pero como Fuerza o Institución, la Constitución no les permite erigirse en partido político. Entonces su cualidad más importante, durante el siglo XX, es la solvencia con que las FFAA violan sistemáticamente la Constitución Nacional. Los golpes de Estado y las violaciones constantes a los DDHH son tan numerosas que llevaría varias páginas apenas numerarlas. Y su formación ideológica es inequívoca. Sus cuadros más importantes viajaban a Panamá, a la Escuela de las Américas, donde los catedráticos estadounidenses se lucían en clases magistrales de política, sociología, estrategia contrainsurgente y tortura. Allí asistieron ex presidentes argentinos como Onganía, Videla o Galtieri, para instruirse en el método más eficaz y pulcro para matar gente, pasar inadvertido y eliminar pruebas. La Doctrina de la Seguridad Nacional es su criatura más mimada nacida en los 60 por el impulso revolucionario que el planeta arrastraba, desde Cuba, Argelia, Vietnam y un tercer mundo convulsionado corriéndose a la izquierda pero corrido por derecha.
Esto marca la reaparición de las milicias populares en la Argentina, al servicio de las organizaciones político-militares. Nuevamente se empuñan las armas al servicio de una causa y de manera voluntaria. Ello marcó una gran diferencia a la hora de enfrentarse uno y otro bando: los militares cuidaban el pellejo porque eran obligados a empuñar las armas; los milicianos daban su vida porque estaban entregados a una causa. Rodolfo Walsh, como tantos otros, no tuvo empacho en enfrentar a un pelotón fuertemente armado con apenas un revólver. Se sabe: mientras el escritor hacía fuego los militares se escondían temerosos de ese hombre que disparaba como poseído y peleaba dignamente. El paralelismo es obligado. La obligatoriedad no implica ponerse al servicio, sino cumplir con el servicio. El voluntariado implica estar al servicio de una causa; nadie obliga.
Yo formé parte de un ejército loco
Tenía veinte años y el pelo muy corto;
Pero mi amigo, hubo una confusión,
Porque para ellos el loco era yo…
(“Botas locas”, Charly García)

El descrédito en que cayeron las FFAA luego de las atrocidades de la última dictadura de los años 1976 a 1983, y la guerra perdida con Inglaterra por las Malvinas en 1982, en donde los mismos oficiales que torturaban a mujeres y adolescentes se rindieron sin disparar un tiro, generó un rechazo creciente a la institución militar, a pesar de muchos hombres de valía que la Historia nos legó, desde San Martín y Belgrano, pasando por Ricchieri, Mosconi, Savio, y llegando a Perón.
En el año 1994, el soldado Omar Carrasco fue brutalmente golpeado hasta morir por no resistir el castigo que dos soldados, obedeciendo las órdenes de un oficial, le propinaron. El caso tomó estado público y salieron a la luz otros casos similares de los cuales todos sabían pero nadie hablaba. Ello llevó a la eliminación del SMO. La sociedad ya no lo necesitaba. Y los jóvenes, que eran llevados en una leva forzada a perder uno o dos años de su vida en una instrucción militar que la guerra de Malvinas demostró que no era tal, recuperaron el dominio de sus vidas para poder hacer, al final de su escuela secundaria, lo que más les placiera. Esa rigidez instructiva que llevó a la muerte del soldado Carrasco (y otros tantos más que continúan ocultos u olvidados) es la que ahora se le pide al Estado para una juventud que se supone “desbandada”.
Decimos que el SMO es una anacronía puesto que al instaurarse se lo hace con una finalidad y una necesidad en una sociedad que no es la misma de entonces. Pero la Historia demostró que la militarización de un sector de la sociedad lleva a que se empodere de una manera contraria a la ley, a la Constitución y a la voluntad popular. La reinstauración del SMO supone volver a empoderar a las FFAA y a darles un rol protagónico en la vida social y política argentina, por un lado. Pero por otro lado, se le piden dos funciones que jamás cumplió y no están capacitadas para llevar a cabo.
En primer lugar, se le pide que actúe como una suerte de reformatorio en el que los jóvenes son “recuperados” del flagelo de una vida social libertina. En segundo lugar, se le pide a las FFAA que actúen como rector educativo de los valores que regirán en la sociedad. La institución, entonces, reforma y educa. Los militares no serán entonces instructores, sino pedagogos y consejeros juveniles. La institución será rectora, pues, de los valores que se inculquen y se impongan en la vida social. El destino de la Nación, nuevamente, quedaría en manos de las FFAA. Peor aún: le estamos dejando la potestad de hacer lo que no saben hacer porque nos sentimos incapaces de hacerlo nosotros. Sería el famoso caso del mono con navaja; hay que atenerse a las consecuencias y bancarse los tajazos recibidos.
La ausencia de parámetros educativos, formativos, etc., son producto de un cambio social propio del devenir histórico. Aún es imposible determinar hacia dónde va ese cambio. Lo cierto es que si lo miramos de modo milenarista, vamos a concluir que todo tiempo pasado fue mejor y a considerar que la sociedad carece de valores porque falta la mano dura del papá militar que sepa hacernos chas-chas en la cola cuando nos portemos mal. SIEMPRE, las sociedades se resisten a los cambios. Y también siempre terminan adaptándose y evolucionando en sentidos mejores y peores. Nuestra sociedad es otra y desde este espacio consideramos maravilloso que los jóvenes se opongan al SMO. Porque hemos sido jóvenes y hemos celebrado el número bajo liberador y la eliminación de la carga militar. Y también sabemos, desde “Historia Nacional y Popular”, que todo retorno al pasado es una involución, un retroceso. Las sociedades evolucionan hacia adelante. No retornando al pasado. Eso nos enseña la Historia. Que no hay que repetirse en el error del pasado; no darle las armas a quien pueda adorar el poder y no dejarle la educación más que a la familia y a la Escuela. Quienes no puedan con la educación de sus hijos, que pidan ayuda profesional; no un SMO. Porque lo cierto es que, como dijo un diputado nacional, quien pide el SMO lo pide para los hijos de los demás, no para el suyo propio. El pasado está bien donde está. El presente, lo iremos construyendo a los ponchazos, con la certeza de que cada medida apunta a generar futuro. Y con la conciencia de que cada error que hayamos cometido no debe volver a repetirse.
Eso, es tener memoria histórica.


sábado, 26 de abril de 2014

El arte de la seducción: de Julio César a Macri, los piropos nos UNEN

A mi hija Mariana, para que nunca
 se cruce  a ningún Mauricio
(o sepa mantenerlos lejos)…
A mi hijo Juan Pablo,
Para que nunca se sienta Mauricio…

La seducción, podría decirse, es uno de los estados naturales en que cae el ser humano para conquistar voluntades. Y las mismas pueden ser de carácter variopinto: voluntades políticas, voluntades delictivas, voluntades fraternas, voluntades deportivas y hasta voluntades románticas. Decimos que cae pues, generalmente, el seductor tiene el carisma para atraer de manera natural, casi sin proponérselo. Forzar la seducción puede llevar a resultados no deseados o contrarios a lo que nos hubiéramos propuesto.
Seducir no es pa’ cualquiera, decían en el barrio. El arte de la seducción requiere ser acompañado por una serie de talentos innatos que pueden pulirse, como cualquier oficio, pero no serán incorporados a nadie por más que se lo intente. Ejemplos hay de sobra. La capacidad de oratoria que tienen o tuvieron seductores políticos natos como Cristina Fernández de Kirchner, Raúl Alfonsín o Juan Domingo Perón está más allá de toda discusión. Es y era el toque de distinción que acompaña al carisma para seducir y sumar voluntades políticas. Quienes hemos vivido en el Partido de Morón tenemos un ejemplo más macabro: el ex intendente Juan Carlos Rousselot. Este personaje, con un oscuro pasado ligado a la Triple A, y luego al menemismo más acérrimo, fue destituido por corrupción (un contrato para construir cloacas firmado con un entonces casi ignoto Mauricio Macri) y la Plaza frente al municipio se llenó de gente indignada pidiendo por su jefe político caído en desgracia. Años después, fue reelecto en pleno festival menemista, libre de mancha y pecado cual carmelita descalza, tras un triunfo abrumador en las urnas. Se sabía y se supo de su ineficiencia y corrupción en el manejo institucional y sus métodos de intimidación con la guardia pretoriana formada por lo más selecto de la barra brava del Deportivo Morón. Pero aún así, volvía y triunfaba y tenía una alta imagen positiva entre la población del Partido. ¿Cómo se explica eso, más allá de la remanida frase de que “el pueblo no sabe votar”? Quien escribe estas líneas tuvo la oportunidad de estar presente en un Congreso Partidario donde presentaba su proyecto político para un nuevo Partido de Morón, que contemplaba una ciudad extraída de las películas de ciencia ficción donde sólo faltaban las naves voladoras. Y el público salió maravillado con esa brillante pieza de oratoria. Sabíamos, cuando abandonábamos la pasión encendida por el discurso, que nos estaba mintiendo soberanamente. Pero aplaudíamos y no dejábamos de cantar la marcha peronista, sabiendo que el tipo, de peronista, sólo tenía el escudo en el afiche electoral.
Eso, estimados, es seducción. Y no era fabricada. En esos años ya comenzaba a fabricarse la construcción de líderes. Se supo, con el tiempo, que el puño extendido con el índice hacia adelante y bajando una vez y otra poniendo énfasis en las frases más destacadas, fue el resultado de un consejo de los asesores de campaña de Raúl Alfonsín para la campaña de 1983. Y pasó a la Historia el gesto, dándole ampulosidad al “Con la democracia se come…”; en la campaña siguiente, el candidato cordobés del mismo Partido, Eduardo Angeloz, pensó que con mover la mano le alcanzaba. Y así le fue. Eso, es falta de carisma, ausencia de capacidad de seducción y el rechazo hacia la búsqueda de toda imposición sobre las virtudes y límites naturales del individuo. La diferencia está en ver lo que provoca el histórico discurso de cierre de campaña y la pasión que encendía, al lado del “Se puede”, casi antinatural de tan forzado que estaba. Es decir, seducir no es pa’ cualquiera.
Si soy así, qué voy a hacer/ nací buen mozo y empinao pa’l querer
El rol de la mujer en la Historia es el de subordinación respecto a la voluntad del hombre. Claro que tiene que ver con la sabia frase que define que “la fuerza es el derecho de las bestias” y, desde allí, el hombre se impone a fuerza de garrotazos, metafórica y literalmente hablando, si nos remitimos a la imagen del hombre de las cavernas pegándole el palazo en la cabeza a la chica de sus sueños y arrastrándola a la caverna mientras ella sonríe con satisfacción plena al haber sido domada por tan viril garrote (u hombre). Pero sabemos también que las más primitivas comunidades eran matriarcales, ya que se consideraba que las mujeres se imponían con mayor sabiduría puesto que tomaban decisiones con ese instinto de cuidado hacia el otro que el hombre no posee y que ellas desarrollan por el cuidado de su prole. Las comunidades primitivas seguían a rajatabla el mandato femenino basado en la generosidad y el cuidado para la preservación de la especie, para la supervivencia.
¿Qué sucedió para que la relación de poder y estimación de uno hacia otro cambie de forma tan radical? Varios factores, pero nos remitiremos a los principales. El cambio de la división sexual del trabajo hacia la división social del trabajo es uno de ellos; pero esa división social aparece con las estructuras de poder políticas y religiosas manejadas por los hombres. El palacio y el templo, diría con justa autoridad Mario Liverani. Pero para que ello aparezca (porque toda innovación aparece en la Historia del hombre por una necesidad), hubo que sentir primero la urgencia de organizarse de ese modo por una amenaza concreta: las demás tribus y bandas comienzan a combatir por los espacios más fecundos, los territorios con más alimentos. De esta manera, en el combate, la supremacía que se impone es la del hombre, que por naturaleza biológica es más fuerte e impone la defensa del colectivo en la batalla, a través de la fuerza. Es el paso de la sociedad matriarcal a la patriarcal. Lo que equivale a decir que el paso del nomadismo al sedentarismo representó el gran retroceso en la vida de la mujer, el cual hoy en día aún no puede ser reconstituido.
La mujer empieza a tener un inevitable rol secundario cuando el hombre se apropia de las funciones decisorias: la política y la religión. Y la economía productiva es dirigida también con la rígida fuerza masculina ya que se impone la esclavitud como modo de producción, relegando a la mujer al reducido espacio de la casa y las tareas domésticas. Claro que a mayor grado de pobreza, mayor será su participación en las tareas productivas; pero por necesidad, no por decisión o emancipación. Sus funciones sociales, políticas y económicas eran nulas. Debía conformarse con que las decisiones de los hombres fueran las correctas. Tenía vedado el acceso a la palabra en las asambleas, en el ágora, el Senado o donde sea que se pudiera ejercer opinión.
Así y todo, la seducción era un oficio que podía llegar a tornarse inhallable. Los casamientos se decidían al instante de alcanzar la temprana niñez y cuando ya se calculaba que el niño, con 5 o 6 años encima, sobreviviría (pues la mortalidad infantil era muy alta), se le asignaba esposa. Entonces, no había que remarla: el tipo no necesitaba un discurso para seducir ni la chica se permitía ser exigente, no sólo con que hilara tres frases coherentes, sino con que al menos tuviera una mínima presencia que le despertara algo de se(x)nsualidad. Estaba destinada a resignarse y a rezar para que el candidato asignado no sea como el de sus vecinas. Pocos fueron los corajudos galanes que, como Julio César, se le animaron a la piba más linda de Egipto cuando ni siquiera ponían los lentos para facilitar la tarea. Enamoró a Cleopatra y se enamoró de ella, ganándose la admiración de la muchachada soldadesca y los suspiros de todas las damas del Imperio. Supo ser hombre y conquistar seduciendo. Porque seducir, no es pa’ cualquiera.
La aparición del cristianismo como religión oficial europea en los primeros siglos de nuestra era,   terminó de sepultar las casi inexistentes esperanzas que hubiera para modificar el asunto.
El cristianismo atraviesa la Edad Media y la Moderna, así como gran parte de la Contemporánea, como la fuerza política más importante del mundo. Y se trata de la religión más patriarcal que existió. La mujer tiene un rol absolutamente subordinado. Participa subsidiariamente y no tiene acceso a jerarquías ni a posiciones de decisión. Los conventos de monjas tienen una Sor o Hermana Superiora a cargo, que depende a su vez de las decisiones de un sacerdote que determina qué se hace y cómo. Y para afrontar la sociedad, lo hace con la venia de los sacerdotes o bajo las órdenes de aquél. Pero jamás ejerciendo los sagrados sacramentos, pues la Iglesia no les otorga el poder para hacerlo. Puestos a hacer una anacrónica y forzada comparación (aunque necesaria), Von Wernicke, el cura condenado por haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura en la Argentina, tiene aún el derecho de oficiar misa (la Iglesia Católica no le revocó ese privilegio) y monjas como Teresa de Calcuta (no es santa de nuestra devoción, por razones ya explicadas en otro artículo, pero al lado de este cura es un Osito Cariñoso) murieron sin poder acceder a este privilegio.
Lo mejor que hizo la vieja es el pibe que maneja
La aparición del capitalismo marca rupturas en este sentido como en tantos otros que ya señaláramos en trabajos anteriores. El hombre ya no es tan autosuficiente y, ese objeto asimilable a los niños por su rol social y por su capacidad intelectual, es mirado de otro modo sólo porque se lo necesita más que antes. Tiene que salir a laburar y a conseguir el mango, como cualquier hombre, y hasta cubriendo los baches que el desempleo fabril va creando entre los hombres trabajadores, que se van sintiendo cada vez menos todopoderosos. La mujer va adquiriendo mayores responsabilidades, toma un contacto más fluido con el mundo y empieza a ver la vida a través de sus ojos y no a través de las noticias que el marido le llevaba a la casa. Pues al hablar con la vecina sucedía igual: ambas tenían la visión masculina del mundo, no por recorrerlo, sino por el boca a boca a la hora de la cena.
Surgen así los movimientos de emancipación femeninos y los cambios se aceleran. La mujer cobra el salario de un niño y es sometida a todo tipo de vejámenes para conseguir el empleo y para conservarlo. El acoso sexual de hoy día es apenas un rito iniciático comparado con los padecimientos que han tenido que sufrir las mujeres del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Y en esto también hay distinción de clase: a mayor pobreza, mayor abuso. Los “señoritos” de las clases altas eran atendidos (no por casualidad) por bellas empleadas domésticas puestas no tan al azar, para acompañar sus primeros pasos en su viril sexualidad. Luego invitaban a sus amigos para que la belleza de turno les sirva el café mientras les comentaba por lo bajo las virtudes secretas de su “conquista”.
Pocos tenían el coraje de darle un lugar de privilegio a su mujer y ponerlas a la misma altura, con un rol importante a la hora de la palabra y de las decisiones. Hasta en eso, Perón fue revolucionario. Y así le fue. Condenado desde el primerísimo momento en que se mostró con la “actriz” (profesión relacionada por entonces al sí rápido y a la vida fácil), le demostró a toda una sociedad que un General, bien cojonudo (se trata de una jerarquía militar que no cualquiera alcanza), podía someterse a su dama sin dejar de ser macho. Y Eva Duarte demostró que una mujer con alas, puede volar muy alto. La valoración que se hace de la mujer argentina después de Evita, voto femenino incluido, cambió rotundamente, generando más espacios y una ampliación de derechos que aún no se detiene.
El del “señorito” atendido a domicilio, es apenas un ejemplo de algo que no es tan misterioso pero sí contundente: a mayor altura en la escala social, menos habrá que trabajar. Y no hablamos de producción ni de capitalismo. Hablamos de seducción. El hombre llega precedido por el halo de riqueza que lo envuelve y los intereses económicos que una candidata pueda tener (no por ser mujer no va a dejar de poseer ambiciones materiales o económicas, ¿no?) se supeditan a ello. El príncipe Carlos no se gana a Lady Di luego de una larga sesión de chamuyismo romántico ni imponiéndole su belleza por sobre la atracción masculina de los muchachos de la corte y la nobleza europea: es ella quien decide que el tipo es potable en virtud de su título de nobleza y los beneficios que ello confiere. Hasta en el barrio sucede. Los muchachos que apenas pueden hilar tres frases seguidas, van abrazados a hermosas damiselas de compañía sentados al volante de sus hermosos bólidos. El máximo esfuerzo que hacen estos pibes, es el de girar la llave para poner en marcha el motor. El resto, no lo entienden. Por eso se divierten a costilla del tipo que va al encuentro de su amada con un ramo de flores en su mano. Porque no saben de seducir ni de sostener el amor. De eso se encargan sus abultadas billeteras. La conclusión es siempre la misma: seducir no es pa’ cualquiera.
Y si no te da la hora/ elógiala por atrás (“Blues del levante”, Charly García)
A la hora de sumar voluntades políticas, las alianzas sirven para seducir a los votantes o atraer un electorado náufrago o huérfano de propuestas. Esta “renovación” que implicaría una alianza política, modificaría el espectro electoral y actuaría como herramienta de seducción, siempre y cuando haya, además de una propuesta coherente, una figura con el carisma suficiente para seducir al electorado. A falta de una Liga de Gobernadores decimonónica, la Neo Unión Democrática o UNEN, como prefiera llamarla, querido lector, pretende ser una renovación del espectro político argentino, con la modesta aspiración de alcanzar el ballotage en el concurso electoral del próximo año 2015. Es decir que, como el pibe de abultada billetera, el rejunte político intenta ganarse la voluntad ajena sin laburar demasiado. Pues no hay un esfuerzo programático que defina un cambio de rumbo ideológico que nos lleve a pensar “¡Qué esfuerzo hacen estos muchachos, que lo parió! ¡Además de resignar ambiciones personales, se rompieron el mate para presentar nuevas propuestas!”. De hecho, la presentación de esta alianza, con una enorme parafernalia mediática, alquiler de teatro incluido, escenografía y cotillón mediante, contó con una particularidad que casi nadie se encargó de destacar: el acto no tuvo ni un solo orador. ¿Está todo dicho, pues?
Los actos de la Unión Democrática tenían la particularidad de ser abarcativos y permitían, en su magnánima pluralidad y tolerancia, presentar como oradores a gente tan disímil como el secretario general del Partido Comunista Argentino y el embajador norteamericano. Pero además de ser virtuosos a la hora de ser democráticos, la Historia demostró que estos muchachos no podían seducir a nadie. La capacidad de seducción estaba en la vereda de enfrente, con ese ex Ministro de Trabajo y Previsión que, además de carisma, les hablaba en lenguaje común, como en el barrio, haciéndose entender con su sonrisa gardeliana y su propuesta política ya practicada desde sus cargos políticos previos. Seducir no es pa’ cualquiera.

Lo que queda claro es la dirección que esta nueva alianza, forjada para luchar contra el autoritarismo fascista imperante, puede lograr muchas cosas, pero será difícil que seduzca a los más avisados. Al menos, es llamativa (el adjetivo es generoso, depende cómo se mire) la premura con que la radical-cc-gen-unen y demás, Lilita Carrió, implora por una alianza con un maestro en el arte de la seducción: Mauricio Macri. Hablando de niños de abultadas billeteras, la oxigenada denunciadora asegura que no importa con quién uno se junte, sino que importa nada más que juntarse. Y eso, terminará haciéndole un tamaño favor al oficialismo. Y un flaco favor a la calidad política. Reducir la seducción electoral al rejunte hueco de ideas, equivale a seducir mujeres tal como suele hacerlo el pibe de abultada billetera que nunca la remó: a la hora de hablar de seducción, cree que basta con elogiar culos.

lunes, 14 de abril de 2014

Los dos caminos de Mao: Massa amasa la mano de Moyano.

(Principios de una alfabetización burguesa,
Buenos Aires, Editorial del Clarinete, 2025 -2° ed.)
A Susana, con amor.
Mao Tsé Tung explicaba (en una especie de vuelta de rosca al concepto trotskista de revolución permanente) que todo proceso revolucionario debía estar en constante renovación, pero siempre atento a las decisiones que se tomaban, puesto que en todo momento el proceso, como los hombres, tenían ante sí los “dos caminos”. El de la revolución, que era el camino elegido por y para el pueblo, y el de la seducción burguesa, que era el camino en el que podía caer cualquier hombre o movimiento, en virtud de las contradicciones propias que tenía por derivaciones culturales, ideológicas, etc.
Mao no era peronista y quizás nunca escuchó hablar de Perón. Pero en términos más coloquiales, al otro lado del mundo y casi al mismo tiempo, Eva Perón hablaba de cuidar al General para que la revolución justicialista triunfara, y poniendo especial énfasis en los traidores “de afuera y de adentro” del movimiento. Los traidores de afuera, serían quienes no pertenecen al Movimiento Justicialista, los que traicionan no al Movimiento per se, sino a la Nación toda; en cambio, los de adentro son aquellos que están involucrados y consustanciados con el Movimiento (o dicen estarlo) y al traicionar los preceptos del Movimiento traicionan, por añadidura, a la Patria toda.
La “traición”, para Mao, no sería más que caer bajo la cálida manta de las comodidades que brinda la sociedad capitalista y el estilo de vida pequeño burgués que podría estar bien para sociedades que se encuentran en condiciones de aplicarla en una buena porción de la población, como la norteamericana, pero no en quien quiera llevarla a cabo en una sociedad mayoritariamente campesina y empobrecida como la china. Allí, el televisor, sea color o blanco y negro, sólo tendrá una función distractiva del verdadero bienestar, siendo que en los EEUU, la función distractiva cumpliría también una función placentera (burguesa) y no sólo narcotizante.
En virtud del paro general lanzado por la CGT disidente liderada por el ex morocho Hugo Moyano, se lanzó hacia el líder camionero una gran e interminable serie de epítetos desde los sectores militantes del oficialismo (y dirigentes también, aunque con los formalismos que la práctica política ordena), destacándose el de “traidor”, como el más significativo y el ganador absoluto en el podio de los calificativos.
No es de extrañar. El mismo es usado con mucha frecuencia y los casos más resonantes de “traición” de estos últimos tiempos podrían ser, sin temor a equivocarnos, los de Cleto Cobos y Sergio Massa. Claro que no tenemos que indagar demasiado para ver quiénes los calificaron de traidores y, entonces, surge el interrogante: ¿Por qué razón los sectores del liberalismo vernáculo no le dijeron “traidor” a Massa o a Boudou cuando pegaron el salto hacia el FPV? ¿Por qué no lo hacen con Scioli, que, para el caso, es más de lo anteriormente mencionado? ¿Por qué no lo hizo el radicalismo con Cleto? ¿Acaso estaban esperando el momento de su apogeo para poder bautizar un toro con su nombre y que se pasee por el predio de la Rural en Palermo? ¿Por qué son los sectores populares quienes presentan a la traición como el problema esencial en política y los sectores medios y altos no? ¿Será que, al decir sarmientino, aún nos falta madurar como sociedad porque nos falta la cultura que las clases medias y altas poseen en demasía? “Buena pdegunta, Zanto… Ez un dezaztde…”, diría un periodista y analista económico del multimedios.
Morir de sed teniendo tanta agua…
Por contraposición a la traición, podríamos definir a la lealtad desde la perseverancia y la fidelidad hacia una empresa o idea. En ese caso, la fidelidad, la lealtad, es bendecida por los sectores populares y despreciada por las clases mejor posicionadas en la escala social. Ese desprecio le quita a la lealtad el carácter de virtud y lo establece como servicio. Servicio desde lo servil, porque el servilismo es irracional; o servicio desde la renta, porque el rentado cobra por un trabajo bien hecho. Entonces, ser leal no es para el que piensa. Ser leal es de obsecuentes. Ergo, es leal porque no piensa (dicen), no tiene la capacidad para discernir si está bien o mal lo que sigue o a lo que adhiere con tanto fervor o porque… Le pagan para ser leal. La lealtad tiene un precio porque es una virtud puesta al servicio de un salario. Entonces deja de ser virtud para convertirse en oficio. “¿De qué laburás?”, pregunta uno; “De leal, por tanto al mes”, contesta al otro. Es la lógica imperante.
Desde ese lugar, la fidelidad se posiciona en servilismo. Y desde ese lugar, todo tiene un precio o es irracional. Los valores están sujetos a la variable del mercado y el sentir sólo se establece en posición horizontal y con la persona de nuestros sueños. Pero jamás se siente un ideal. Eso está reservado para el que cobra.
Un ejemplo caro a quienes hacemos este espacio de “Historia Nacional y Popular” es el de Héctor J. Cámpora. Este ex presidente de la Nación jamás tuvo una divergencia hacia Perón. Su lealtad fue intachable e indiscutible. Incluso, en el momento en que se produce la disidencia, sin jamás confesarlo y sin jamás vituperarlo en público, da un paso al costado y, como todo un caballero, se retira. Cumplió con sus deberes de legislador, de delegado personal y de presidente al servicio de una causa y de su líder. Cámpora fue a Perón lo que hoy día representó y representa Leopoldo Moreau a Raúl Alfonsín. Ejemplos de lealtad y de coherencia más allá de las diferencias que uno pueda tener con cualquiera de ellos.
Pero Cámpora quedó condenado a la condena. Ser leal, para él, le significó quedar signado bajo el signo de la obsecuencia. Y el juego de palabras no es caprichoso. La lealtad no es bien vista por los mercaderes de la virtud. Seguimos insistiendo en la pregunta del millón: ¿por qué la condena de ciertos tópicos y de ciertas conductas se pueden considerar patrimonios de clase?
Una lágrima y un recuerdo…
Cuando el neoliberalismo se trastoca en nacional y popular es, simplemente, un giro posicional o una movida dentro del tablero del ajedrez político. En cambio, cuando la movida del peón se produce desde el sector popular hacia los espacios antagónicos, la condena de traición es unánime por parte de los mismos sectores populares. Esta variante, a la hora del juicio y la bajada del martillo, tiene un porqué, como todo en la Historia. Especialmente, si de clases sociales hablamos.
Las clases sociales están segmentadas, claramente diferenciadas por la posesión de bienes materiales, que es el máximo patrimonio social, económico, cultural y político desde el desarrollo de las sociedades capitalistas. Y ese estado patrimonial se adquiere y deviene de la dinámica propia de las relaciones de producción imperantes en una sociedad capitalista. Dicho en criollo, sólo explotando al otro me hago rico; sólo la plusvalía enriquece; sólo cagando al próximo (o prójimo) mi patrimonio se mantendrá a salvo y también, probablemente, aumentará.
Y claro que para pertenecer a esa clase social habrá que manejarse con la lógica imperante que les permitirá ser una pieza más de ese aceitado mecanismo que funciona con la maquinita de hacer billetes. Y esa lógica no tiene espacio para los valores y las virtudes. Ni para las culpas o remordimientos. Uno no explota gente: le da trabajo; uno no caga al prójimo: hace negocios y gana, porque siempre que uno gana, hay otro que pierde. No se puede dar trabajo y pagar lo que el trabajador se merece porque sino… ¿Dónde está el negocio? No se puede hacer negocios de manera justa e intentar que los dos que mercan se beneficien porque sino… ¿Cómo acumulo riqueza? No hay lugar para los débiles, como repiten siempre en las películas norteamericanas, se trate de una de guerra, de una lacrimógena en la que el tipo está luchando contra el cáncer, o en un film donde un alumno intenta llegar a la nota que le permitirá ingresar a una selecta universidad como Járvar. El discurso dominante no permite debilidades, pero tampoco sensiblerías que avalen una conducta de valores. Entonces, de lealtades… Nada. Y de traiciones… Menos.
El tilingo no traiciona: se acomoda en función de su propio beneficio. Cual diputada alcoholizada de jerárquico apellido, puede saltar de lado en lado en el tablero de la rayuela política y aunque nunca llegue al cielo jamás será condenada al purgatorio. En cambio, el “negro” traiciona o se siente traicionado por una sencilla razón: su escala de valores se mantiene incólume y su vida se construye trabajando. Y el trabajo requiere de principios básicos como la solidaridad, el compañerismo, la amistad, la comunión de objetivos, la honestidad y tantos más. Y abandonar esos valores, implica pasarse al bando de los “garcas”, de quienes no los tienen. Eso es la traición. Traiciona a su clase, pero también traiciona a su compañero, a su amigo, a su colega… A los principios de todo un colectivo que los contenía y que fue abandonado por el traidor.
Qué par de pájaros los dos…
Entonces, para establecer la traición de manera concreta, hay que establecer la pertenencia de clase. Es el 2+2 de la política. Si le regalamos el mote de traidor a cualquiera, le estamos asignando valores que jamás los tuvo. No cualquiera puede darse el lujo de traicionar. Es un requiebre del espíritu y está reservado para quien alguna vez hay poseído un espíritu y valores acordes a la espiritualidad humana. El que siempre estuvo del lado de los explotadores, no traiciona porque jamás poseyó valores a los cuales abandone.
Los casos de traición que la política argentina ha instalado últimamente no se adecúan a esa lógica. Los hemos nombrado a lo largo de este artículo. ¿A quién traicionó Cobos, si jamás perteneció? Simplemente, incumplió el pacto político, como Frondizi, y volvió a correrse al lugar del que jamás debió haber salido. ¿Sergio Massa? Todos conocen la historia del joven ucedeísta que veneraba al ingeniero Álvaro Alsogaray y a Carlos Menem como adalides de los “nuevos tiempos” en los 90 y se posicionó bajo el ala de Néstor Kirchner. El mismo Néstor lo explicó en el caso de Redrado: “Nosotros necesitábamos funcionarios políticamente correctos para presentarles a los organismos financieros internacionales y negociar desde otro lugar; así conseguimos lo que queríamos”. A eso el General lo llamaba táctica y estrategia. No puede ser traidor este muchacho que jamás perteneció. Fue necesario en su momento. Y cuando le crecieron las alas remontó vuelo. No seamos generosos con estos personajes llamándolos traidores. No lo merecen y les queda demasiado grande. Y así será si el día de mañana los Scioli, Boudou y tantos más toman –o retoman- el camino de donde vinieron. A no alarmarse.
Distintos son otros casos. Y aquí volvemos al paro de esta semana próxima pasada. Hugo Moyano es un trabajador devenido en empresario exitoso, como la mayoría de los sindicalistas que están al frente de sus organizaciones. El tipo conoce lo que es arremangarse y construir desde abajo. Que hace rato no lo haga, no implica que no tenga una pertenencia y un origen de clase propio de un trabajador. Y por eso, cuando lanza el paro desde las páginas y la pantalla del multimedios que antes lo condenaba por estar contra la clase empresarial argentina, sabemos que este muchacho está defeccionando. Y cuando es entrevistado junto a los líderes de las entidades patronales campesinas o de los diputados pro-oligárquicos, no hay lugar para la duda: este tipo sí es un traidor. Y cuando el militante cineasta, ex peronista, ex nacional y popular, ex defensor de las causas nacionales, se sienta al lado de una mujer que desvaría diciendo que respira aliviada desde la muerte de Néstor Kirchner y él no pestañea, como si se tratara de una toma esencial para su próximo largometraje, podemos decir que también es un traidor. Quien realizó una consciente labor militante y pedagógica con paisajes tan bellos y diversos como “La hora de los Hornos” o “Sur”, no puede equivocarse: está cagando al prójimo. Es un traidor hecho y derecho.

Cuando Mao hablaba de “los dos caminos” hablaba del camino revolucionario y el de la seducción burguesa. Y es lo mismo que hablar de traiciones y lealtades. La seducción de la vida burguesa es el camino de la traición, pero también, el abandono de los valores. De los preceptos de la lealtad y, por supuesto, del amor.