La “falaz
coincidencia” II. La práctica política
¿Pragmatismos
o dogmas?
En el inicio de sesiones del Congreso de la
Nación, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, como suele ser habitual
en estos encuentros protocolares, hizo un amplio paneo de los logros de
Gobierno. Ciertos o no esos logros (los opositores dirán que no, los
oficialistas que sí y los críticos que más o menos), estos mensajes inaugurales
tienen la finalidad cierta de ponderar la obra de gobierno para insuflar el
ánimo de la propia tropa, por un lado; el de generar un discurso
propagandístico para los indecisos, por otro lado y, finalmente, el de marcar
el territorio, políticamente hablando, con los sectores de la oposición.
Desde “Historia Nacional y Popular” nos
propusimos ser muchas cosas: honestos, críticos, erróneos, dispares,
coherentes… Pero nunca complacientes. Un gran maestro que nos ha acompañado en
pasos previos a este espacio, desde las aulas del Instituto Superior del Profesorado
Joaquín V. González (donde habita el profesorado de Historia más antiguo de la
Argentina), el profesor Rodolfo Varela, nos ha enseñado que la práctica
política está generalmente disociada de la ideología, porque requiere más de
pragmatismos que de dogmatismos. Explicaremos el porqué e iremos apuntando de a
poco al objetivo…
De
Adam Smith a Marx: todos somos peronistas
Adam Smith propugnaba desde su famoso
ensayo “La riqueza de las Naciones…”, que toda nación debía aprovechar las
ventajas comparativas que tenía frente al resto para poder competir y
enriquecerse como corresponde y las leyes del Dios mercado así lo disponen.
Entonces, decía, una nación que se especializa y dispone de los medios para
fabricar alfileres, tendrá grandes chances de fabricarlas a menor costo que
aquel que no tiene los medios para hacerlo. Los costos de los alfileres de esa
fábrica serán menores que los de la fábrica que no disponga de los mismos
medios o de aquella nación que no disponga de las máquinas y fabrique los
alfileres de manera artesanal.
Esta teoría tiene un tufillo seductor. Si
será más barato producir esos alfileres, será menor el precio de venta que
tendrá en el mercado. Esos alfileres serán una ventaja para la humanidad en la
medida en que los mercados se encuentren libres de barreras. Porque la falta de
barreras de carácter aduanero, no encarecerán los productos y así, todos podrán
disfrutar de la “baratez” de estos productos, hechos en el país donde se
producen más baratos para que el mundo pueda pagarlos más baratos.
La lógica del mercado es sencilla, puesta
así en términos tan generosos. El fabricante que más barato produce no hace
negocios, sino que prácticamente cumple el rol de un San Francisco de Asís de
la producción. Y la humanidad debe prenderle velitas a Coca-Cola porque no
existe en el mundo nadie que venda la Coca-Cola más barata que la propia
Coca-Cola… ¡Ah! ¡Pero no nos dimos cuenta que sólo hay un fabricante de
Coca-Cola! Bueh, será cuestión de esperar que la Pepsi-Cola venda su producto
REALMENTE a un precio más acorde a los costos de producción para que nos
demuestren que Adam Smith tenía razón.
¿Pero cuál es la razón por la cual Adam
Smith se equivocó? Si es que se equivocó, claro…
Adam Smith tenía muy claro que las naciones
que producen manufacturas se enriquecen de manera más contundente que las
naciones que producen materias primas. Con el correr de los años, eso se llamó
División Internacional del Trabajo que, como dice Eduardo Galeano en “Las venas
abiertas de América Latina”, consiste en que unos países se especializan en
ganar y otros en perder o, lo que es más preciso, unos se especializan en
enriquecerse y otros en empobrecerse. “La riqueza de las Naciones…” propugna el
libre comercio en épocas de restricciones comerciales, cuando Gran Bretaña
comenzaba una política de expansión comercial y las demás potencias europeas se
hallaban en franco retroceso sin saber cómo contrarrestar el avance feroz de
una nación que los avasallaba con una Revolución Industrial que cambiaría el
mundo y, a la larga, terminaría sometiéndolos. La teoría, el dogmatismo de Adam
Smith, era el libre comercio. Un libre comercio que liberaba las barreras
aduaneras para los productos británicos e imponía aranceles para aquellos
productos que competían favorablemente o en condiciones ventajosas contra los
mismos “alfileres” que ellos mismos intentaban imponer.
La dinámica del modo de producción
capitalista funciona así. Puesto que el capitalismo es plusvalía, entonces las
relaciones comerciales entre naciones se basan en una relación de explotación,
también. Cardoso y Faletto lo explicaron en términos de relaciones de
dependencia. Otros autores, en términos de imperialismo. Las relaciones
comerciales entre países también son relaciones de explotación, de sometimiento
y de dominación. Y aunque Marx explicaba que los modos de producción no se
encuentran en estado puro, el capitalismo de Adam Smith funciona gracias a que
los países dominados se encuentran sometidos a lógicas internas de mercado con
una gran dosis de economía informal que hacen posible su subsistencia sin provocar
el gran estallido que debía haberse producido sin su existencia. Un ejemplo muy
claro es la economía informal en los países latinoamericanos, que permiten que
un gran porcentaje de los marginados se incorporen a la economía formal
viviendo de los ingresos generados por la economía informal (el caso del
mercado negro de La Salada, en Buenos Aires, Argentina, que emplea a decenas de
miles de personas fuera del circuito económico formal es un ejemplo muy claro).
Arturo Jauretche nos enseñaba, por oposición,
que el libre mercado es un invento de vivos para consumo de zonzos. Y que los
dogmas, sean liberales o socialistas, pierden sentido cuando la letra estricta
se impone sobre la realidad. No puede ser nunca el mismo socialismo en Kuala
Lumpur, que en Cuba o que en la Argentina. Porque las condiciones de la
realidad de cada país (cantidad de población urbana sobre rural, producción de
materias primas, diversidad económica, consumo cultural, etc.) determinan los
modos en que se llevará a cabo el socialismo en cada país. Cada país impondrá
restricciones económicas o aduaneras tal como lo hace Gran Bretaña sobre
ciertas producciones argentinas puesto que la lógica de su producción se impone
sobre el dogma de Adam Smith. Y cada país impondrá su lucha antimonopólica
contra los agentes internos y externos en cada país de acuerdo a como estos se
presenten. De más está decir que en Kuala Lumpur les debe preocupar muy poco la
lucha contra el imperio de Cablevisión y las medidas aplicadas para imponer el
Fútbol Para Todos. Allí, el elemento cultural que el Estado debe apropiarse y
no permitir que ningún monopolio se apropie, será otro. Cada país aplicará
restricciones aduaneras por más liberal que sea, porque es lo que precisa y
porque no hacerlo provocaría un problema económico muy grande en los sectores
productivos favorecidos con esas restricciones; y cada país permitirá un
determinado grado de capitalismo si ello favorece la dinamización de la
economía en ciertos sectores determinados, por más socialista que sea, pues
ello siempre redundará a favor de sus propios intereses. El dogma es letra
muerta.
Eso es pragmatismo puro. Peronismo, que le
dicen…
De
Lenin a Fidel: todos somos kirchneristas
El otro ejemplo claro del pragmatismo
impuesto sobre la letra del dogma es el de la Nueva Política Económica de
Lenin, en los primeros años de la Revolución Rusa. Esta política se basaba en
la simple lógica de la dinamización del mercado interno, si es que les suena,
queridos amigos. Un país empobrecido, con enormes vestigios de economía feudal,
con un campesinado hambreado y una economía dependiente de las bondades del
buen clima para lograr buenas cosechas (¿les suena más ahora, my darlings?).
Lenin, para lograr una industrialización efectiva, no tuvo más remedio que
apelar a la inversión de capital. Entonces, se puede decir que (si fuéramos
estrictamente dogmáticos) Lenin propugnaba un sistema económico mixto y no era
socialista en el sentido puro de la palabra… ¡Pero no! Pragmáticamente, sabía
que si necesitaba de una industrialización y una dinamización del mercado
interno, debía conseguir capitales, ponerlos al servicio de la economía y
cuando hayan cumplido su cometido, entonces sí darles una patada en el rincón
del cuerpo que más les humille. ¿Acaso alguien se atreve a discutir el grado de
marxismo de Lenin?
Fidel Castro tuvo que recurrir casi a la
salida contraria, pero no por pragmatismo, sino porque le cerraron los caminos.
El bloqueo salvaje impuesto sobre la isla obligó a Cuba a recostarse en la
almohada que les ofrecía la URSS sin poder conseguir, por más que quisiera,
capitales para invertir y dinamizar la economía. En la medida en que los lazos
impuestos por el bloqueo fueron ajándose y se volvieron más flexibles, en los
90, comenzaron a fluir los capitales a la isla. Las teorías que se esgrimieron
fueron de lo más absurdas: era el resultado de la caída del muro; la derrota
del socialismo en manos del capitalismo le torció el brazo a Fidel; el líder revolucionario
se puso viejo y gá-gá y tantos etcéteras más que sería tan ridículo citarlas
como en su momento lo fue argumentarlas. ¿Alguien se atreve a decir que Fidel
es ahora menos socialista que lo que fue siempre?
Lo que hicieron uno y otro fue aplicar
determinadas salidas pragmáticas con el objeto de dinamizar el mercado interno
para, luego sí, con la posición fortalecida, enfilar el rumbo hacia donde el
dogma o el signo ideológico de cada uno lo quiera.
Eso es pragmatismo puro. Kirchnerismo, que
le dicen…
De
Yrigoyen a Carrió: todos somos democráticos
Cuando se plantea la crítica de la “falta”
de peronismo por parte del kirchnerismo contemporáneo, se instalan discusiones
estériles plantadas desde el dogmatismo más estricto hasta el historicismo con
fórceps. Perón no hubiera mantenido una propiedad compartida con capitales
privados en YPF; Perón ya habría estatizado los FFCC; Perón… El General apeló a
otras salidas porque los recursos eran otros. Porque se tiró a la pileta y
encontró agua. Supongamos, si nos atenemos a la fuente primerísima que es el
relato del mismo Perón (ver “La revolución peronista”, del ex peronista Pino
Solanas), Miranda encontró las condiciones favorables –ingleses desesperados
por vender y urgidos de capitales, una deuda a favor de la Argentina que ahora
no existe, condiciones extraordinarias para un despegue industrial, etc.); no
podemos caer en el remanido discurso que Perón hizo lo que hizo porque pateaba
lingotes de oro en la Casa de la Moneda. Hizo lo que hizo porque tuvo los
cojones y la voluntad política para hacerlo. Y era EL momento para hacerlo. En
el ’73 no nacionalizó la banca y el comercio exterior. ¿Perón dejó de ser
peronista? Simplemente, los tiempos dictaban otras políticas por interminables
razones.
Las políticas llevadas a cabo por el
Gobierno argentino desde 2003 a la fecha atienden el más puro pragmatismo. Pero
apuntando siempre y sin perder la vista del horizonte donde asoma la
redistribución de la riqueza, la inclusión y la dinamización del mercado interno
con una industrialización incipiente. Eso es pragmatismo. Peronismo, que le
dicen…
Y en este pragmatismo, la presidenta jugó
con la oposición por diplomacia en función de los tiempos políticos y de una
necesidad que no termina de quedar muy clara.
Los que sentimos admiración por ella (y los
que no), sabemos que hay un defecto del que carece: la ignorancia. Su formación
es sólida como abogada, como legisladora y conoce sobradamente de una materia
que nos vincula: la Historia.
Por eso, cuando le elogió a la UCR su
vocación democrática a lo largo de la Historia, y destacando el desdén que el
peronismo tuvo hacia ese sistema político, sabemos que fue un guiño, una
deferencia política. Pero está faltando a la verdad.
La UCR tiene un origen vinculado a la práctica
constitucional desde sus orígenes, ya que la Ley Sáenz Peña es producto de las
luchas del primer radicalismo. Hipólito Yrigoyen fue víctima del primer golpe
de Estado, por ser luchador incansable de la causa nacional y popular y por ser
el artífice de la democratización del país. Punto. Se acabó la democracia
radical. La década infame los encuentra participando con el alvearismo,
prestándole el consenso al “fraude patriótico”. El 46 lo encuentra compartiendo
el palco con el embajador norteamericano Spruille Braden y negándose a ser
parte del nuevo movimiento bajo la conducción de Perón. El 52 celebra la muerte
de Eva con las famosas pintadas vivando al cáncer y el 55 encuentra al
radicalismo aplaudiendo los bombardeos a Plaza de Mayo, para luego vivar a los
“Libertadores”. Participan de la fraudulenta e ilegal reforma constitucional
del 57 convocada por el dictador Aramburu y le presta funcionarios a cuanta
dictadura se cruzó en la Historia Argentina. Abraza una presidencia gracias a
un pacto incumplido (Frondizi) y otra con la proscripción del peronismo y
perdiendo la elección ante el voto en blanco (Illia), sin olvidar que el
doctorcito cordobés hace detener el avión de Perón en Brasil para mantener su
proscripción. Acompañan el onganiato sin despeinarse y aplauden el retorno de
Perón porque el país era inmanejable para cualquiera menos para el General.
Balbín saluda a los “salvadores” de la Patria cuando Videla y toda la crema se
apoderan del Gobierno instaurando la más sangrienta dictadura de la Historia en
América Latina. Y Alfonsín recién asoma el cogote desde Chascomús para
incorporarse a la Multipartidaria recién y luego de haber asistido a la lucha
de los sindicalistas argentinos liderados por Saúl Ubaldini, que le venían
haciendo paros a la dictadura desde el año 77 (y se pierde el símbolo de lucha
que levantaba las banderas, Oscar Smith), cuando todavía los radicales se
mantenían al frente de intendencias y eran los más encumbrados funcionarios de
la dictadura genocida.
Los sectores trabajadores que le pusieron
el cuerpo a las balas fueron los peronistas. Los que pusieron la mayoría de los
desaparecidos, también. Y la izquierda comprometida con la causa
revolucionaria. Había (y sigue habiéndolos, claro) radicales yrigoyenistas
comprometidos con la causa nacional y popular y que fueron víctimas de
persecuciones y torturas. Pero son los menos. El radicalismo actual es
alvearista, oligárquico, conservador y sus más fieles representantes no tienen
un pelo de democráticos. Carrió, Stolbitzer (por más que formen partidos por
doquier fueron, son y serán radicales), Morales, Alfonsinito, Sanz y todos
ellos no dudan ni dudarían en ponerse del lado de un golpe que derroque este
gobierno (que no es posible en el modo tradicional) y les permita acceder con
la mayoría proscripta, tal como lo hicieron Frondizi e Illia. Porque Raúl
Alfonsín muere apoyando a este gobierno y recurriendo a la memoria para
recordar que los enemigos de este Gobierno fueron los suyos. Alfonsín, sin ser
el súper héroe volando con la capa democrática, fue el último líder democrático
y medianamente yrigoyenista que tuvo el radicalismo. Y en sus últimos años
respiró kirchnerismo, mal que les pese a quienes hoy son oposición.
Para hablar de democracia, hay que
preguntarle a un peronista, compañera presidenta. No a un radical. Solemos
coincidir. Pero esta vez no entendemos este guiño a la oposición. Aunque
podemos afirmar que esta es una falaz coincidencia. Si a usted le sirve, está
bien. Nosotros, como historiadores, nos encontramos en la obligación de poner
las cosas en su lugar. Al campo nacional y popular, en la democracia; al
radicalismo, al lado de los dictadores. Como siempre fue, traicionando los
preceptos de Don Hipólito.
Si, quizá en el elogio hubiese sido mejor si se refería a Alfonsn (padre, obvio) y no a la historia del radicalismo, ya que sus políticas distaban bastante, aún conservando algunas formas de lo que es un radical nato.Quiza quiso poner un paño ante la oposición feroz que tiene, no se, ella sabrá. Lo que le faltó a Cristina según mi opinión fue y es más cintura política con respecto a los sindicatos, que todos sabemos muy bien lo que son y ahora no tendríamos estos kilombos con ellos que le hacen un paro netamente político y sin ninguna razón de hacerlo. Creo a mi entender que de haber estado Nestor a este HdP de Moyano y compañía los tendría bien controlados. Lo que escribiste, impecable, como siempre.
ResponderEliminarExcelente y coherente planteo Alejandro! Un preciado paseo histórico mundial y nacional, y respecto a este espacio, en el derrotero radical que realizás no puedo dejar de pensar en Leandro Nicéforo, cómo tanta pasión, convicción y entrega pueden diluirse descaradamente en sus ¿herederos?, llegando a disentir cuán pudo serlo su sobrino Hipólito, más allá de lo irrefutable en cuanto a obra de gobierno, en tanto su legado.
ResponderEliminarExcelente, adoro leerte porque empatizo, por aportar desde la crítica más allá del embanderamiento ideológico que tenemos! un abrazo!