martes, 6 de septiembre de 2016

Mestraña araña...


En el siglo XVIII a.C., en la Mesopotamia asiática, el rey Hammurabbi de Babilonia se encontraba ante un dilema: para construir un imperio pujante, debía poner fin al conflicto social permanente que asolaba a su pueblo.
Jurídicamente, se encontraban regidos por la famosa y conocida Ley del Talión ("Ojo por ojo..."); eso conllevaba a que un crimen u ofensa contra la persona o sus familiares o parientes, fuera cobrado en la misma medida. Por supuesto, si había una injusticia o una animosidad en el "cobro" que llevara a que el primer ofensor se sintiera más ofendido aún (cosa que generalmente sucedía), provocara un nuevo cobro de su parte, generando una interminable escalada de muertes y sanciones.
La codificación de la Ley en forma escrita, con un marco definido para la presentación del delito (comienza a exigirse la prueba para castigar al delincuente), pone fin a esta tropelía. Pero cambia la mirada que regirá al sancionador y al sancionado. Ahora, no basta que nos acusen de un crimen. Deberán demostrarlo con pruebas. Toda persona, deja de ser culpable, para ser inocente hasta que se demuestra lo contrario.
El apogeo del cristianismo medieval es un cambio de paradigma sobre la antigüedad. Mantener a la tropa alineada y disciplinada en torno a una religión, implicaba crear los delitos de sacrilegio, paganismo y brujería. El tribunal de la Santa Inquisición obligaba a demostrar que uno no había pactado con el diablo y si uno no lograba traer a la cámara tortuoria al mismísimo Belcebú para que afirme lo contrario, era culpable. De este modo, el cristianismo instituyó la presunción de culpabilidad. Toda persona es culpable hasta que demuestre lo contrario.
La Revolución Francesa nos regala un nuevo derecho civil y el ciudadano es sujeto de derecho, además de soberano. Desde entonces, nos rige la presunción de inocencia. Y todo individuo es inocente hasta que se demuestra lo contrario.
Una parte de la sociedad argentina clama por el retorno a la Ley del Talión Reloaded (Recargada). Si un tipo te roba un equipo de música del auto o un plasma de tu casa... Pena de muerte. Justicia por mano propia. Ley del Talión. Venganza. No hacen falta jueces ni sumarios. Ni procesos judiciales, ni sistema de justicia. Claro que la raíz es económica. El rico no quiere que su propiedad deje de ser inviolable. Y el que sueña que alguna vez será rico porque tiene algún que otro bien, defiende al rico pensando lo mismo. Porque tiene más derechos sobre la vida del otro, el médico que el ladrón. Porque es un ciudadano hecho y respetable, aunque no sujeto a derecho, ya que la vida es injusta y esta sociedad no defiende sus bienes ni su perfecto modo de vida capitalista, occidental y cristiano. 
Foucault nos enseña que la disciplina y el castigo de la prisión no son para evitar el delito, sino para conservar el capitalismo como modo de producción y a las clases dominantes en su lugar de privilegio.
Lo que más chocante y extraño me resulta de esto, es ver a docentes o estudiantes de Historia reclamando por el "meta bala", tal como lo hace el almacenero o el terrateniente indignado en la cola del Banco de Entre Ríos de la sucursal Gualeguay.
Cuando la persona que se forma, se instruye y aprende para enseñar, utiliza los mismos argumentos que el verdulero... Estamos fritos. Que el verdulero (con todo el respeto que me merecen, pues en lo suyo son dignos trabajadores) vaya al aula y enseñe. Es lo mismo. Dice lo mismo y sabe casi lo mismo. El docente será, relativamente, un discapacitado laboral, puesto que no podrá ocupar el lugar del verdulero y aconsejar cuál es el tomate más apropiado para ensalada o salsa o la naranja más aprovechable para exprimir o comer.
Es hora de levantar la puntería.
Es hora de abandonar las frases hechas.
Si, los derechos humanos son para todos.
Nos guste o no.
O sino, rompemos el contrato social y edificamos una nueva sociedad.
Lo cual no estaría mal, pues en ese entuerto, probablemente caiga el capitalismo.
Y por fin, la mayoría sería feliz.

Fuentes:
Anónimo; Código de Hammurabbi.
Kamen, Henry; "La Inquisición española"
Focault, Michel; "Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión"