sábado, 22 de diciembre de 2012

Política, cultura e intelectualidad: sensatez y sensibilidad




“Yo tengo fe, que todo cambiará,
que triunfará por siempre el amor;
yo tengo fe, que siempre brillará,
la luz de la esperanza no se apagará jamás”
(Ramón “Palito” Ortega, cantautor liberal contemporáneo,
senador menemista en los ’90…)

Hay ciertas ramas de la ciencia en que la sensibilidad tiene una preponderancia esencial. Las ciencias sociales, desde ya, son las que pican en punta en este sensibilómetro, puesto que estudian indefectiblemente el comportamiento humano, sus variaciones y conflictos. Y, está claro, nadie estudia el conflicto humano para satisfacer el morbo y vanagloriarse de su situación personal aventajada respecto de un esclavo remero cartaginés. Las causas que llevaron a la superación de las sociedades humanas para que no haya más esclavos, son los temas de interés para el estudio de la Historia que nos permiten visualizar esos avances y, por supuesto, disfrutar esos valores de la condición humana que nos permitieron acabar con la esclavitud. Allí veremos que los valores negativos o regresivos tuvieron una gran preponderancia, ya que con el desarrollo del comercio que derivaría en la instauración de un sistema económico capitalista, los intereses de los inversionistas fueron preponderantes para acabar con la esclavitud, puesto que era más rentable pagar un salario que mantener un esclavo que, a la larga, debía reemplazarse con una fuerte erogación de dinero (otra pérdida), a diferencia de un obrero, que no costaba nada ni en su enfermedad, ni con su muerte, ni con su despido. ¿A cuenta de qué viene esto? A que no es lo mismo reivindicar a Bartolomé de las Casas que a Francisco Pizarro o a Nelson Mandela que a Abraham Lincoln. Tomar postura por cada uno de ellos revista un grado de sensibilidad que nos obliga a repensarnos en nuestra condición humana. ¿A quién se le ocurriría hacer un afiche con la imagen de Adolf Hitler y, entrecomillada y con adornadas letras cursivas, colocar una frase de John Lennon? ¿Alguien imagina la foto de Miguel Etchecolatz engalanada con un fragmento de canción de Diego Torres? (Más allá de la famosa e infortunada respuesta de Aldo Rico, cuando le preguntaron si seguía siendo carapintada y respondió que tenía la cara pintada de “verde esperanza”).
Quién sabe, Alicia, este país, no estuvo hecho porque sí…
“Sin sensibilidad no se puede estudiar Historia”
(Rodolfo Varela, ISP Joaquín V. González)
La pregunta madre que parió a las demás es: ¿qué artistas e intelectuales  representan a determinadas ideologías políticas? ¿Qué valores y sensibilidades promueven ciertas ideologías y los artistas e intelectuales que los representan? Y cuando comenzamos a responder cada una de estas preguntas, es cuando nos encontramos con algo que parece naturalizado por lo obvio, pero sorpresivo, por lo poco analizado. La hipótesis que estamos tratando de elucubrar, que no es tan reveladora ni original pero sí poco debatida, es que a cada intelectual o artista le corresponde una ideología de izquierda o derecha –con toda la escala cromática, como tiene que ser- de acuerdo a la sensibilidad que posea; la fórmula matemática será que a “mayor sensibilidad mayor corrimiento hacia la izquierda” o “el menor grado de sensibilidad será inversamente proporcional a su zurdaje”, diría la diva de los almuerzos.
Ahora, la ecuación que es de difícil respuesta es: ¿cómo un intelectual o un artista pueden ser ideológicamente de derecha? Esta pregunta no es capciosa ni caprichosa; el intelectual también estudia las condiciones del devenir humano y por lo tanto requiere un manejo de la sensibilidad. Los científicos sociales y los intelectuales, al analizar los padecimientos de una determinada sociedad por una crisis económica, social o política, analizan el dolor desde la compasión y el sufrimiento desde la solidaridad; uno no sufre ni se compadece por nada cuando se realiza el cálculo de la hipotenusa –lo cual no quita que el matemático no posea sensibilidad fuera de su trabajo-. El científico social y el intelectual trabajan y hacen de la sensibilidad su oficio. ¿Y el artista? Pues, si no tiene sensibilidad y no sabe emplearla en su trabajo, entonces no es artista.
El intelectual y el artista van a derechizarse en tanto y en cuanto el ego le domine lo social y lo individual le gane la pulseada a lo colectivo. De otro modo, es imposible que pueda producir en calidad y cantidad y, más aún, en sensibilidad. El caso del senador tucumano que encabeza este artículo es paradigmático: su obra más sensible y prolífica fue en la década del ’60 y primeros años ’70; la llegada de la dictadura en 1976 lo encuentra casi sin producción creativa musical y convertido en herramienta cultural e ideológica del gobierno de facto, con películas que resaltaban los valores castrenses y condenaban el fantasma del marxismo y la “subversión apátrida”. Mientras tanto, los artistas sensibles que se encontraban en sus picos creativos, sufrían el exilio o la censura, tal el caso de León Gieco, por citar uno entre cientos de ejemplos.
¿Para quién canto yo entonces?
“Y mientras vos cantabas yo creo que tu mente
Estaba en otro lado contando las entradas;
Devolvéle al pueblo la canción que le sacaste,
Ellos siempre están dispuestos a perdonarte”
(León Gieco; “Cantorcito de contramano”).
La Historia abunda en ejemplos tal como el del vendedor de café tucumano; es llamativo el caso de un poeta –como tantos otros-… Leopoldo Lugones es la antítesis de lo que un poeta posee en sensibilidad. La crisis económica del ’29, con el derrumbe de la bolsa de Wall Street, hizo impacto con dureza al año siguiente en nuestro país. La falta de respuestas del gobierno de Hipólito Yrigoyen ante una crisis inédita, despertó la sed de venganza de la oligarquía terrateniente que no sólo había sido desplazada del poder, sino que estaba siendo marginada del comercio internacional que le había dado tan buena posición. Lugones, que había comenzado a adherir al fascismo desde inicios de la década del ’20, fogoneó con énfasis la salida del gobierno del representante de las clases medias y el ídolo de las barriadas. “La hora de la espada” se convierte en un discurso histórico porque le da el distintivo dialéctico que sólo un poeta puede darle a un golpe de Estado. Sucedería luego con Américo Ghioldi en 1955. Pero, retomando a Lugones, “La hora de la espada” se caracteriza por ser un panfleto poético –valga la extrañísima paradoja- que, puesto en palabras terrenales, no era más que una amenaza hacia los sectores medios y populares que deberían aprender a adecuarse a lo que la clase oligárquica demandaba para el país, y por el sólo bien del país; y para los díscolos que se opongan, para ellos estaba la espada. Por oposición, uno de los poetas más sensibles de nuestra historia, Enrique Santos Discépolo, cuestionaba los valores de esa sociedad en germen a la que Lugones cantaba loas, en su ya inmortalizado tango “Cambalache”, que no es sólo la crítica social, sino también la reivindicación de valores defenestrados. Y para el mismo período, los hermanos Irazusta también reivindicaban desde la intelectualidad los valores de la derecha nacionalista, por oposición a Jauretche, Scalabrini Ortíz y los jóvenes de FORJA, que pugnaban por recuperar un espacio para las clases marginadas desde el golpe de Estado y sobre quienes no es necesario abundar en los valores que mantuvieron a lo largo de su coherente trayectoria política.
No hay un modo, no hay un punto exacto…
“Y si te queda alguna duda
Vení, agarrála que está dura”
(“Se viene el estallido”; Bersuit Vergarabat)
Los años ’90 nos encuentran con una subversión de los valores donde la sensibilidad es marginal, al igual que en la primera década infame. El individualismo y el egoísmo florecen a la par de la sociedad de consumo y los artistas realmente sensibles se recluyen en la fidelidad de sus seguidores (como el caso de Luis Alberto Spinetta) o migran en busca de horizontes que les permitan explotar sus capacidades (como Ricardo Darín, que no por casualidad vuelve con el nuevo siglo) o estallan su bronca como los que encabezan este apartado. La dispersión artística e intelectual es tan grande como la propia confusión en que están inmersos. La sociedad, claro, es caótica. Y los intelectuales analizan ese caos, no pueden ser la vanguardia que pone orden en él. Para ello hay una dirigencia política que, en este caso, se siente como pez en el agua dentro de este desorden. Y los intelectuales se mueven al ritmo del programa de Mariano Grondona y desmenuzan los argumentos de Jorge Asís respecto del Manual del Menemista Ilustrado. Claro que esto también es producto de la potenciación de la influencia de los medios de comunicación; quienes no aparecían en ellos –como el caso de Horacio Gaggero- no existían para las grandes multitudes. Pero el caso de los intelectuales es el de una condición histórica: las masas jamás, salvo esta última década, accedieron a Rodolfo Walsh, por citar un ejemplo contundente. Pero sí en los 90 conocían el rostro de ese bigotudo con cara de bonachón que, además de haber escrito un libro que fue película, también hablaba en cada emisión televisiva política y, además, era funcionario menemista. De más está aclarar cuáles son los valores que podrían llegar a encarnar uno y otro.
Revolución de las almas, revolución del corazón
Hay gente que precisa sentir, la mano dura sobre su piel;
Y necesitan obedecer, al grito militar de un papá;
Por eso es que cuando hay libertad, no se pueden bancar…”
(Miguel Cantilo; “Ratolandia”)
Lo cierto es que en la actualidad, con la potenciación del discurso político, hasta los alumnos de la secundaria conocen al menos la foto de Rodolfo Walsh (aunque les cueste identificarlo, pero seguro lo tienen visto), el nombre de la presidenta y de los principales líderes de la oposición. Y no es casual, ya que es producto del alto grado de politización en que está inmersa nuestra sociedad –por suerte-. Por lo tanto, es dable entender la potenciación de la conciencia política que tiene el resto de la sociedad; más aún, el sector de los intelectuales y artistas. La sensibilidad como factor político vuelve a emerger como factor de coincidencia o disidencia en una sociedad tan polarizada como la argentina. Que el argumento de uno de los mayores intelectuales de la oposición política –Beatriz Sarlo- para denostar un programa oficialista de televisión sea que “es el programa donde aparece toda la gente fea”, indica un posicionamiento no sólo respecto a su ideología, sino también a su sensibilidad, puesto que se posiciona desde la marginación y el desprecio. Y que un intelectual del oficialismo –Horacio González- utilice la idea de construcción política desde los conceptos del amor y de la solidaridad, también define un posicionamiento concreto en ambos sentidos.
La pregunta, entonces, es cuánto daría la oligarquía y el medio pelo por tener intelectuales, artistas, poetas, músicos de la talla de los que ha tenido y tiene el peronismo, el nacionalismo popular, los sectores de izquierda... Desde Arturo Jauretche a Ernesto Laclau, desde Discépolo a Fito Páez y desde Marechal a Alejandro Dolina... La calidad humana, los valores que sustentan en sus obras y el amor que brindan con su aporte, no se ven en Beatriz Sarlo, Marcos Aguinis, Hermenegildo Sábat y tantos otros que escribían o escribirían un poema para decir que "ha llegado la hora de la espada...".
El teorema que completa al anterior es que “a mayor sensibilidad, mayor compromiso solidario en la propuesta política, es decir, mayor compromiso con lo nacional y popular”. Una idea intelectual que propone acabar con las dádivas estatales porque “al argentino hay que enseñarle a pescar y no darle el pescado” (así viva en medio de las salinas norteñas) y sino que se arregle (diría Marcos Aguinis), es decididamente egoísta, insensible, de derecha… Lo que la oposición hoy en día llama “la construcción del relato” no es ni más ni menos que la reivindicación y el ordenamiento de todo ese andamiaje cultural que posee el campo nacional y popular, con sus intelectuales, sus artistas y sus seguidores celebrando sentirse vivos, festejando la felicidad y dignificándose en cada gesto de amor, en cada lágrima y en cada sonrisa…
Desde historianacypop les deseamos un feliz fin de año y un nuevo año plagado de cambios revolucionarios y de sensibilidad plena. Felicidades.

jueves, 13 de diciembre de 2012

El fallo del caso Marita Verón y la Justicia Argentina: la falaz coincidencia.




Había una vez, una casa con tres/ personas en una mesa/;
Uno en inglés, otro hablaba en francés/ y el otro hablaba en caliente/.
Cada uno mantenía su conversación/ que giraba en tres temas en cuestión:
Amor libre, sociedad y represión.
Charly García.

No tengo vela en este entierro
Me molestan las coincidencias. O, mejor dicho, ciertas coincidencias. Si una mujer bonita coincide conmigo en cuestiones que acerquen nuestras posiciones hacia una situación más afectuosa, voy a sentir que adoro las coincidencias. Pero coincidir con quien es mi enemigo en términos ideológicos, políticos, sociales y culturales, entre otros, me deja haciendo ruido o, más bien, un bullicio cerebral.
Desde el día en que se dio a conocer el fallo sobre el caso de Marita Verón, aquellos que siempre estuvieron frente a mí ideológicamente, coincidieron conmigo en la indignación sobre el asunto. Por supuesto, me provocó pánico escénico salir a mostrarme con el mismo discurso que aquél con quien siempre debatí. De algún modo, te miran como diciendo “¿Viste que tenía razón?”, al tiempo que sonríen socarronamente.
Entonces me puse a analizar desde este pequeño espacio de reflexión contemporánea que es la Historia, para comenzar a discernir y encontrar las razones por las que creemos o parece que pensamos igual y que nos llevan a sacar casi la misma conclusión. Lo que la Historia llama Causa y Efecto sobre el Hecho a estudiar.
Yo que crecí con Videla, yo que nací sin poder…
No voy a entrar en el detalle del legado de la Revolución Francesa sobre la división de poderes. Sí voy a referirme a la independencia de estos poderes, donde la falta de influencia o incidencia entre uno y otro es el que garantiza el perfecto desarrollo y funcionamiento de las instituciones, dirían con mucho entusiasmo Ricardo Alfonsín o Lilita Carrió. Los poderes Ejecutivo y Legislativo son claramente identificados como los poderes netamente políticos, dependientes de esos intereses políticos económicos, sociales, etc., y fácilmente influenciables por estos avatares y, por supuesto, fluctuante de acuerdo a los procesos políticos coyunturales. Esa volatilidad es la que pone a esos dos poderes bajo el poder contralor del tercer poder, que es el Judicial. Este poder está falsamente identificado como un poder imparcial y sujeto a derecho. Es decir, que al estar “sujeto a derecho” va a actuar tal y como la ley lo impone, por eso se le da la potestad de actuar como monitor de los otros poderes. Es decir, estamos hablando de seres –los jueces- como personas infalibles, nada influenciables e inimputables. Son personas que no tienen otro interés más que el de hacer justicia sea cual fuere el sistema económico que rija o el gobierno de turno que detente o no el poder. Es decir, podríamos identificar a los jueces como sujetos casi aislados de la sociedad y con un severo cuadro de autismo, sólo interrumpido para ponerse la Santa Toga.
Nada más falso que eso. Los jueces son sujetos sociales y como tales, viven, sufren, gozan y padecen al ritmo del pulso social. Tienen un equipo de fútbol favorito y eligen el papel higiénico que les raspe menos y les limpie mejor. Pero, sobre todo, tienen intereses e ideologías, lo cual hace imposible que actúen y ejerzan justicia independientemente de esos intereses e ideologías. Si partimos de la base que ellos se eligen entre ellos para ocupar sus cargos y ellos se juzgan entre ellos si no honraren sus cargos, pues estamos decididamente ante una corporación que, incluso, tiene la potestad de filtrarse la información o de anticiparse a las acciones de la justicia de forma tal que, si uno de ellos va a ser procesado o sometido a juicio político, puede… ¡Renunciar para no ser juzgado por el delito que cometió en su cargo!  Entonces… Papita pa’l loro o pelito pa’ la vieja, como usted prefiera. Claro, dirán ustedes, amigos de nuestro espacio, la corporación política se ampara en la inmunidad política y puede ser reelecta para no ser juzgada. Pero ante casos flagrantes y ya casi obscenos por lo groseros, esa inmunidad puede ser revocada por el mismo cuerpo parlamentario para poder ser juzgado y hasta detenido, tal como pasó con el caso de Carlos S. Menem. Los resultados merecen otra discusión, pero la corporación política no es tan homogénea como la judicial.
El Poder Judicial argentino cuenta con muchísimas ventajas y casi ninguna desventaja. A la hora de abroquelarse para resguardar sus propios intereses contra el embate de otros poderes, corre con la ventaja de tener la última palabra para decidir si el ataque que sufren es decididamente nocivo para los intereses de la Nación (deciden también que sus propios intereses son los de la Nación toda), para desestimarlo o ponerlo en el lugar que se merece; no pagan impuestos a la Ganancia como cualquier trabajador de la Nación; sólo se remueven entre ellos, se designan entre ellos y se juzgan –si se da el caso- entre ellos; pero, ante todo, es el único de los tres poderes que no está sometido a la voluntad popular (todo lo contrario): no hay elección que los designe, los valore, los valide o los revalide. Por lo tanto, el Poder Judicial se erige como el más intocable y el más impune –a su vez- de los tres poderes. Por ello, la idea de democratizar el Poder Judicial no es nueva para quienes recorremos el camino nacional y popular; la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner la expresó (los invito a corregirme o a precisarlo ya que en este momento no cuento con la información exacta) creo que desde su discurso de asunción en su primera presidencia.
La democratización del poder Judicial es absolutamente necesaria por la sencilla razón de lo que mencionábamos anteriormente: la ideología de la mayoría de los jueces es anacrónica respecto de los tiempos sociales. ¡Todavía hay jueces del Camarón! Para quien no lo sabe, los jueces del Camarón son aquellos jueces designados por la Cámara dependiente del Gobierno de facto Alejandro Agustín Lanusse, Cámara formada esencialmente para reprimir los movimientos sociales, políticos y guerrilleros que pugnaban en la Argentina dictatorial por lograr el retorno de Perón luego de 18 años de exilio. Es decir, jueces con una clara vocación represiva. Y que perduraron, luego, con la dictadura posterior y la democracia posterior hasta nuestros días. Por ello, me resulta importante citar a Félix Crous, quien dijo que “La matriz del poder judicial en la Argentina es la matriz del poder judicial de la dictadura”. No hace falta entrar en detalles sobre la matriz ideológica de estos jueces, creo… Lo cierto es que la Argentina moderna aún tiene espacio para los anacronismos y, paradójicamente, para la aceptación de corporaciones que marchan a contramano de la sociedad: la Iglesia, el sindicalismo y la Justicia son corporaciones poco o nada democratizadas y se mantienen inalterables en el tiempo, a contramano de la sociedad, que va regenerándose día a día.
No es que no te crea, es que las cosas han cambiado un poco…
Volvamos a lo que nos convoca: la supuesta coincidencia. Después de años leo un titular de Clarín y coincide con lo que creo. Después de años, el que salió a cacerolear pone un afiche en Facebook y me gusta lo que veo. Escuché por ahí que es un “consenso” mayoritario en una sociedad más “madura”, luego de tantos desencuentros en democracia. Puede ser. Pero creo que ese “consenso” tiene un trasfondo que esconde las diferencias que nos siguen mostrando como una sociedad “inmadura”, a Dios gracias.
Todos estamos indignados ante el fallo de la Justicia tucumana. Esa es la coincidencia. Lo políticamente correcto. Pero la verdadera pulpa de la fruta se puede ver en cuanto uno raspa la costra, la cáscara o la piel. Las diferencias comienzan a ser notorias cuando nos explayamos en el porqué de tanta indignación. Aquellos con los que no coincido estaban, hace unas semanas, lanzando todo tipo de improperios contra la Justicia argentina por estar sometida al poder político, es decir, al Ejecutivo; el 6 de diciembre salieron a festejar la independencia de este poder judicial respecto del político cuando se pronunció prorrogando la cautelar a favor del Grupo Clarín, otra corporación, pero de carácter mediático. Hoy vuelven a colocar a la Justicia en el lugar de la sospecha, pero sólo porque relacionan que la trata está relacionada con el poder político y lo relacionan, directamente y sin pudores, con el Ejecutivo. Entonces, desde ya, las diferencias se profundizan más aún desde aquel preciso instante en que decidí que no quería coincidir.
Alguna vez voy a ser libre…
Queda claro que hay una connivencia entre poder judicial, policial y político (provincial). También queda claro que el fallo es vergonzoso. Pero los mismos que aplaudían el fallo del 6/12 a favor de Clarín, no elevaron su voz cuando a partir de la fuerza y el empuje de Susana Trimarco y la voluntad y los oficios del Ejecutivo, se comenzó a luchar contra la trata y una de las medidas fue acabar con el caldo de cultivo del tráfico de mujeres, que era el llamado Rubro 59 (un gran negocio para la corporación mediática), medida que el medio apeló y fue desoída por la sociedad toda, pero que fue tratada con la indiferencia correspondiente (y el actual olvido) por quienes hoy aducen cooperación gubernamental con la trata.
La Justicia se mueve por criterios corporativos e intereses personales e ideológicos. Está más allá del bien y del mal. La constitucionalidad de un fallo es algo que puede llegar a coincidir en la medida que sus intereses coincidan, y si está de acuerdo con el poder de turno y le viene al pelo, entonces no importa. Las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, inconstitucionales a más no poder, son el claro ejemplo de ello. Y la Ley de Medios, con todos los requisitos de constitucionalidad cumplidos, también.
Y los elementos de prueba no dejan de ser a veces hasta jocosos. Hace unos años atrás, un director técnico de fútbol, Carlos Salvador Bilardo, entró a un estadio con una botella de champagne y tomaba brindando a la salud de todo el estadio, en tono jocoso, burlándose de las decisiones del árbitro (o juez) del encuentro. Fue famoso el episodio porque un juez en lo civil actuó de oficio contra el técnico por “apología de vaya a saber qué mal vicio se fomenta” en nombre de la ley de espectáculos deportivos, a lo que Bilardo respondía que la botella era una charada y contenía “Gatorade”. Pero aún hoy día, con elementos de prueba más contundentes, seguimos esperando justicia y que el poder Judicial actúe de oficio ante casos como los del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, los fusilamientos en el alzamiento del Gral. Valle en 1956 y podemos seguir con una lista interminable hasta terminar en los desalojos de los pueblos originarios por parte de la corporación sojera y la contaminación de sus tierras para el cultivo de la cosecha más rentable. Allí no actúan de oficio, porque no van a aparecer en los programas matutinos de la TV explicando sus medidas, como el juez que no le dejó tomar el trago a Bilardo. Los elementos de prueba son los que sobraban en el caso de Marita Verón y el Tribunal tucumano desestimó de una manera casi absurda (y lo digo aún antes de que se publiquen los fundamentos del fallo) y grotesca.
¿Adónde no coincidimos? Pues, desde ya, en los fundamentos que nos llevan a estar en desacuerdo. No lo hacemos porque es políticamente correcto estar a favor de Susana Trimarco; lo hacemos porque también estamos a favor de los familiares de Dardo Cabo, de Felipe Vallese, de Hebe de Bonafini, de Estela de Carlotto y de tantos más. Y tampoco coincidimos en suponer que cada persona es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Ese es el ejemplo de las Madres. Pero también, es un derecho humano. Porque la presunción de inocencia es, ni más ni menos, que un avance en la lucha por los derechos humanos que, de tan naturalizado, ya nos parece trivial; pero no debemos olvidar que hasta que se impone como principio jurídico la presunción de inocencia, primaba la presunción de culpabilidad, con una Justicia que se pronunciaba más descaradamente que hoy día a favor de los poderes corporativos, económicos, políticos, etc…
Y no coincidimos, fundamentalmente, creemos en esta Suprema Corte, y si el Tribunal fue injusto en su fallo –de lo cual no tenemos dudas-, las distintas instancias de apelación llevarán a que la Suprema Corte se expida y se logre la tan ansiada Justicia. Pero, volviendo a las diferencias, esto no es lo mismo que una cautelar (que tiene más el carácter de congelamiento de sanción judicial que de fallo) y en la presunción, todo imputado es inocente hasta que se demuestre lo contrario... Esperemos los tiempos de la Justicia, que aunque lentos, terminan llegando; sepamos diferenciar el discurso de la derecha que pide Justicia a su manera y sin importar cómo y esperemos tanto como haya que esperar; la derogación de las leyes de impunidad y la Ley de Medios, son ejemplos de ello. Y si eso no basta, sigamos el ejemplo de las Madres, que nos enseñaron que la Justicia está ante todo...



Había una vez, el Juzgado de un Juez
Y todo era diferente;
Todo el dolor, el oro y el sol,
Pertenecían a la gente…
(“Música de fondo para cualquier fiesta animada”;
Charly García)




lunes, 19 de noviembre de 2012

Gaza, Oriente Medio y la Resistencia Peronista



"Ante todo, mil disculpas por la falta de citas
y las posibles omisiones; la falta de bibliografía
en mi nuevo hogar no es justificativo, 
pero al terminar la mudanza será compensada."
Argentina, bailarín contemporáneo,
en programa televisivo de alto rating, año 2012, aprox.
 
En Gaza se produce un episodio más de resistencia. Hay quienes deben mirar el mapa para intentar descubrir dónde se encuentra este pequeño trozo de tierra defendida con uñas, dientes y a pedradas (literalmente, intifada) por sus habitantes palestinos. Sin embargo, la historia de la resistencia palestina es una Historia que va más allá de lo que fue la lucha de la OLP y el ya fallecido y recordado líder Yasser Arafat.
La resistencia es un acto de rebeldía natural ante la imposición de un sistema antinatural. La rebeldía natural en el ser humano se manifiesta espontáneamente en la etapa de la adolescencia, no porque sea la edad en que para el vulgo el adolescente “está en la edad del pavo”; todo lo contrario. Sin saber explicarlo, sin poder darle un marco teórico correspondiente a su rebeldía, ésta se manifiesta porque es la edad en que el joven se incorpora, forzadamente, al andar y la marcha del resto de la sociedad. Y esa marcha, ese andar, es de por sí antinatural. Es el sistema capitalista el que impuso que el hombre pase la mitad de su tiempo trabajando y la otra viviendo; y es el mismo sistema el que le impone la monogamia, el casamiento, los trámites, las colas bancarias, etc…
Con la imposición de un sistema económico, político y social, los pueblos comienzan la resistencia ante el capitalismo, el más antinatural e inhumano de los sistemas económicos. Para no exagerar, hasta el modo de producción esclavista era mucho más humanizado respecto de los medios de producción: el esclavo era cuidado como mercancía y, ante todo, como inversión; la enfermedad y la muerte del esclavo era sufrida por el patrón porque afectaba su inversión y su ganancia e, incluso, porque al trabajar codo a codo (el trabajo manual era especialmente valorado y moralmente apreciado entre los griegos, por ejemplo) se generaban relaciones donde el afecto jugaba un rol importante. En el sistema capitalista, un obrero es fácilmente desechable y no hay patrón que lamente una pérdida en tal sentido. Lo indemnizará si está dentro de la ley, en caso de que sea echado; le enviará una corona de flores a su entierro y la ART indemnizará a su familia, en caso de que haya sufrido un accidente fatal en cumplimiento de sus funciones; o, finalmente, lidiará con un abogado, tironeará y pagará menos de lo que debía si estaba en negro y le ocurriera lo que fuere.
En la Argentina, la resistencia al capitalismo “Crece desde el pie”, como cantaría Alfredo Zitarrosa. Hipólito Yrigoyen da unos primeros y desorbitados pasos, grandiosos si se los evalúa desde el momento histórico (100 años de gobiernos oligárquicos y luchas intestinas) y desde la coyuntura, gobernando con las cámaras en contra y permitiendo el desarrollo de las clases medias y la protesta obrera (salvo los polémicos casos de la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde). Pero esos pasos dejan de ser estar desorientados para encontrar un sentido con la aparición del peronismo. La disputa por ocupar el centro del escenario político en la Argentina es absolutamente novedosa. Por primera vez la clase trabajadora se incorpora a la escena política con poder de decisión y capacidad de cambio, nada más y nada menos que por el simple ejercicio de la politización y la posterior movilización en apoyo a su proyecto. La caída del gobierno peronista por un modelo decididamente deshumanizado (el modelo peronista no propone la abolición del capital, sino darle al capital una función social), es decir capitalista, inaugura otra etapa inédita en la historia argentina: la de la resistencia, en oposición a la proscripción política peronista, en principio, pero también en rebelión contra una imposición cultural (nace aquí, con clara nitidez, el mediopelo o la tilinguería, brillantemente definida por Arturo Jauretche), económica, social y humana. Porque es el período en que robar el cadáver de un símbolo político de la talla de Eva Perón pasó como un detalle absolutamente natural; fusilar a quienes participaban de las rebeliones o encarcelar a quien osara silbar la marcha que los identificaba o nombrara simplemente a su líder, fueron los actos antinaturales que acompañaron las medidas económicas que pretendían convertir nuevamente a la Argentina, un país eminentemente urbano, en lo que otrora fue: el granero del mundo, cuando su población era mayoritariamente rural y las condiciones internacionales (los términos del intercambio) eran favorables, cosa que ya no.
Pocos años antes, nacía una resistencia a miles de kilómetros de nuestro país. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se le presentan, a las principales potencias, dos problemas acuciantes: el primero y principal, tenía que ver con el abastecimiento energético que, tal como se vislumbró en el conflicto bélico, representaría una ventaja estratégica para quien lo poseyera; el segundo, era cómo lograr acceder a él, ya que estaba situado en el corazón del Oriente Medio, tierra inhóspita y hostil para la cultura, la política y la economía occidental. La salida, además de elegante, tuvo un costado “humanitario”: ubicar a la gran masa de población judía en el territorio de Palestina, enclave esencial para lograr ese cometido, que venía huyendo de las cámaras de gases de Hitler y que, ubicadas todas en cualquier país occidental resultaría un problema de difícil resolución (EEUU asilando a los judíos que huían de Europa… ¿Cuántos sumarían hoy en el total de la población norteamericana?). No había que asilar a pobladores sin patria, sino crearles una nueva. Pero eso debía hacerse a costa de un territorio ocupado, indefectiblemente. Para poder entrometerse en un país sin pedir permiso, había que encontrar una justificación. Y fue teológica: la Biblia dice que Dios le prometió al pueblo de Israel el regreso a sus tierras y les otorgó un certificado de legítima posesión en sus páginas. Es ése todo el derecho que tiene el Estado de Israel sobre territorio palestino: lo que dice la Biblia.
Es duro y largo abrevar en la historia puntillosa de esta ilegítima ocupación. Sólo se puede acotar que la misma comenzó con una migración progresiva de judíos desde antes que terminara la Gran Guerra. Y que luego, la creación del Estado de Israel contó con el apoyo de prácticamente todo el Occidente (nuestro país, desde la Tercera Posición peronista se alió al movimiento de No Alineados, precisamente creado por un líder egipcio, Gamal Abder Nasser, musulmán y rebelde, también) en 1947. Desde entonces, ha corrido mucha agua bajo el puente. Desde la Guerra del Canal de Suez, la Guerra de los Seis Días, los múltiples bombardeos a El Líbano (la ciudad más bombardeada y reconstruida de la Historia) y las invasiones a Afganistán (la ex URSS y EEUU), Irán, Irak, Guerra del Golfo, y tantos etcéteras que sólo al recordarlos no hacen más que ahondar en el dolor.
La resistencia es, a nuestro entender, ideológica y cultural, hacia afuera, y política, geográfica y económica, a nivel global. Ideológicamente y culturalmente, resulta imprescindible separar la paja del trigo y analizar que la condena al Estado de Israel y su política imperialista no es la conversión automática en el modelo nazi. Uno no puede considerarse anti-español por considerar que la Conquista del territorio americano fue a base de genocidio y saqueo. Del mismo modo se puede considerar que la oposición a los bombardeos sanguinarios a los que Israel tiene acostumbrados a los pueblos árabes tenga que ver con un supuesto apoyo a la política del nazismo. El lobo está vestido con piel de cordero y no se la sacó desde el que comenzó a respirarse el primer soplo de la primera cámara de gas. Si las Madres de Plaza de Mayo hubieran tomado una metralleta para sentar posición (hay tantos que dicen “si te violan a tu hija…”, y piden pena de muerte), en nuestro país no serían vistas con tanta benevolencia como sucede con el Estado Sionista de Israel. Y en cuanto a la cuestión geográfica, económica y política, no hace falta más que ver quiénes fueron los aliados históricos del Estado de Israel para saber qué se pretende con cada misil, bomba, disparo o flechazo que lancen contra cada niño, mujer, anciano  u hombre palestino…

miércoles, 26 de septiembre de 2012

El retorno...

Después de casi un año, desde Historia Nacional y Popular, volvemos a ponernos en contacto. Los avatares de la vida nos llevan a ocupar otros espacios y abandonar o dejar de lado otros, en todo momento y cada aspecto de la vida. Nuestra intención es no volver a dejar de lado este espacio y configurarlo de un modo más interactivo. Además de comentar y opinar sobre cada artículo que vayamos publicando, les pedimos que propongan temas para investigar, para debatir, la creación de algún foro, el intercambio de información, etc. Pa´que vean que no les miento y como muestra de buena voluntad, a quienes se contacten y envíen su correo electrónico, les enviaré un lindo ejemplar de la biblioteca virtual que estamos armando, sobre el tema histórico de su agrado y siempre que esté a nuestra disposición; caso contrario, elegiremos uno al no-azar para intentar satisfacer sus ansias de Historia y su ambición de conocimiento. Esperamos lograr un espacio más dinámico, que sólo será posible con la ayuda de ustedes. Os espero. He dicho.