lunes, 19 de noviembre de 2012

Gaza, Oriente Medio y la Resistencia Peronista



"Ante todo, mil disculpas por la falta de citas
y las posibles omisiones; la falta de bibliografía
en mi nuevo hogar no es justificativo, 
pero al terminar la mudanza será compensada."
Argentina, bailarín contemporáneo,
en programa televisivo de alto rating, año 2012, aprox.
 
En Gaza se produce un episodio más de resistencia. Hay quienes deben mirar el mapa para intentar descubrir dónde se encuentra este pequeño trozo de tierra defendida con uñas, dientes y a pedradas (literalmente, intifada) por sus habitantes palestinos. Sin embargo, la historia de la resistencia palestina es una Historia que va más allá de lo que fue la lucha de la OLP y el ya fallecido y recordado líder Yasser Arafat.
La resistencia es un acto de rebeldía natural ante la imposición de un sistema antinatural. La rebeldía natural en el ser humano se manifiesta espontáneamente en la etapa de la adolescencia, no porque sea la edad en que para el vulgo el adolescente “está en la edad del pavo”; todo lo contrario. Sin saber explicarlo, sin poder darle un marco teórico correspondiente a su rebeldía, ésta se manifiesta porque es la edad en que el joven se incorpora, forzadamente, al andar y la marcha del resto de la sociedad. Y esa marcha, ese andar, es de por sí antinatural. Es el sistema capitalista el que impuso que el hombre pase la mitad de su tiempo trabajando y la otra viviendo; y es el mismo sistema el que le impone la monogamia, el casamiento, los trámites, las colas bancarias, etc…
Con la imposición de un sistema económico, político y social, los pueblos comienzan la resistencia ante el capitalismo, el más antinatural e inhumano de los sistemas económicos. Para no exagerar, hasta el modo de producción esclavista era mucho más humanizado respecto de los medios de producción: el esclavo era cuidado como mercancía y, ante todo, como inversión; la enfermedad y la muerte del esclavo era sufrida por el patrón porque afectaba su inversión y su ganancia e, incluso, porque al trabajar codo a codo (el trabajo manual era especialmente valorado y moralmente apreciado entre los griegos, por ejemplo) se generaban relaciones donde el afecto jugaba un rol importante. En el sistema capitalista, un obrero es fácilmente desechable y no hay patrón que lamente una pérdida en tal sentido. Lo indemnizará si está dentro de la ley, en caso de que sea echado; le enviará una corona de flores a su entierro y la ART indemnizará a su familia, en caso de que haya sufrido un accidente fatal en cumplimiento de sus funciones; o, finalmente, lidiará con un abogado, tironeará y pagará menos de lo que debía si estaba en negro y le ocurriera lo que fuere.
En la Argentina, la resistencia al capitalismo “Crece desde el pie”, como cantaría Alfredo Zitarrosa. Hipólito Yrigoyen da unos primeros y desorbitados pasos, grandiosos si se los evalúa desde el momento histórico (100 años de gobiernos oligárquicos y luchas intestinas) y desde la coyuntura, gobernando con las cámaras en contra y permitiendo el desarrollo de las clases medias y la protesta obrera (salvo los polémicos casos de la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde). Pero esos pasos dejan de ser estar desorientados para encontrar un sentido con la aparición del peronismo. La disputa por ocupar el centro del escenario político en la Argentina es absolutamente novedosa. Por primera vez la clase trabajadora se incorpora a la escena política con poder de decisión y capacidad de cambio, nada más y nada menos que por el simple ejercicio de la politización y la posterior movilización en apoyo a su proyecto. La caída del gobierno peronista por un modelo decididamente deshumanizado (el modelo peronista no propone la abolición del capital, sino darle al capital una función social), es decir capitalista, inaugura otra etapa inédita en la historia argentina: la de la resistencia, en oposición a la proscripción política peronista, en principio, pero también en rebelión contra una imposición cultural (nace aquí, con clara nitidez, el mediopelo o la tilinguería, brillantemente definida por Arturo Jauretche), económica, social y humana. Porque es el período en que robar el cadáver de un símbolo político de la talla de Eva Perón pasó como un detalle absolutamente natural; fusilar a quienes participaban de las rebeliones o encarcelar a quien osara silbar la marcha que los identificaba o nombrara simplemente a su líder, fueron los actos antinaturales que acompañaron las medidas económicas que pretendían convertir nuevamente a la Argentina, un país eminentemente urbano, en lo que otrora fue: el granero del mundo, cuando su población era mayoritariamente rural y las condiciones internacionales (los términos del intercambio) eran favorables, cosa que ya no.
Pocos años antes, nacía una resistencia a miles de kilómetros de nuestro país. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se le presentan, a las principales potencias, dos problemas acuciantes: el primero y principal, tenía que ver con el abastecimiento energético que, tal como se vislumbró en el conflicto bélico, representaría una ventaja estratégica para quien lo poseyera; el segundo, era cómo lograr acceder a él, ya que estaba situado en el corazón del Oriente Medio, tierra inhóspita y hostil para la cultura, la política y la economía occidental. La salida, además de elegante, tuvo un costado “humanitario”: ubicar a la gran masa de población judía en el territorio de Palestina, enclave esencial para lograr ese cometido, que venía huyendo de las cámaras de gases de Hitler y que, ubicadas todas en cualquier país occidental resultaría un problema de difícil resolución (EEUU asilando a los judíos que huían de Europa… ¿Cuántos sumarían hoy en el total de la población norteamericana?). No había que asilar a pobladores sin patria, sino crearles una nueva. Pero eso debía hacerse a costa de un territorio ocupado, indefectiblemente. Para poder entrometerse en un país sin pedir permiso, había que encontrar una justificación. Y fue teológica: la Biblia dice que Dios le prometió al pueblo de Israel el regreso a sus tierras y les otorgó un certificado de legítima posesión en sus páginas. Es ése todo el derecho que tiene el Estado de Israel sobre territorio palestino: lo que dice la Biblia.
Es duro y largo abrevar en la historia puntillosa de esta ilegítima ocupación. Sólo se puede acotar que la misma comenzó con una migración progresiva de judíos desde antes que terminara la Gran Guerra. Y que luego, la creación del Estado de Israel contó con el apoyo de prácticamente todo el Occidente (nuestro país, desde la Tercera Posición peronista se alió al movimiento de No Alineados, precisamente creado por un líder egipcio, Gamal Abder Nasser, musulmán y rebelde, también) en 1947. Desde entonces, ha corrido mucha agua bajo el puente. Desde la Guerra del Canal de Suez, la Guerra de los Seis Días, los múltiples bombardeos a El Líbano (la ciudad más bombardeada y reconstruida de la Historia) y las invasiones a Afganistán (la ex URSS y EEUU), Irán, Irak, Guerra del Golfo, y tantos etcéteras que sólo al recordarlos no hacen más que ahondar en el dolor.
La resistencia es, a nuestro entender, ideológica y cultural, hacia afuera, y política, geográfica y económica, a nivel global. Ideológicamente y culturalmente, resulta imprescindible separar la paja del trigo y analizar que la condena al Estado de Israel y su política imperialista no es la conversión automática en el modelo nazi. Uno no puede considerarse anti-español por considerar que la Conquista del territorio americano fue a base de genocidio y saqueo. Del mismo modo se puede considerar que la oposición a los bombardeos sanguinarios a los que Israel tiene acostumbrados a los pueblos árabes tenga que ver con un supuesto apoyo a la política del nazismo. El lobo está vestido con piel de cordero y no se la sacó desde el que comenzó a respirarse el primer soplo de la primera cámara de gas. Si las Madres de Plaza de Mayo hubieran tomado una metralleta para sentar posición (hay tantos que dicen “si te violan a tu hija…”, y piden pena de muerte), en nuestro país no serían vistas con tanta benevolencia como sucede con el Estado Sionista de Israel. Y en cuanto a la cuestión geográfica, económica y política, no hace falta más que ver quiénes fueron los aliados históricos del Estado de Israel para saber qué se pretende con cada misil, bomba, disparo o flechazo que lancen contra cada niño, mujer, anciano  u hombre palestino…

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