martes, 8 de abril de 2014

La “falaz coincidencia” II. La práctica política
¿Pragmatismos o dogmas?

En el inicio de sesiones del Congreso de la Nación, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, como suele ser habitual en estos encuentros protocolares, hizo un amplio paneo de los logros de Gobierno. Ciertos o no esos logros (los opositores dirán que no, los oficialistas que sí y los críticos que más o menos), estos mensajes inaugurales tienen la finalidad cierta de ponderar la obra de gobierno para insuflar el ánimo de la propia tropa, por un lado; el de generar un discurso propagandístico para los indecisos, por otro lado y, finalmente, el de marcar el territorio, políticamente hablando, con los sectores de la oposición.
Desde “Historia Nacional y Popular” nos propusimos ser muchas cosas: honestos, críticos, erróneos, dispares, coherentes… Pero nunca complacientes. Un gran maestro que nos ha acompañado en pasos previos a este espacio, desde las aulas del Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González (donde habita el profesorado de Historia más antiguo de la Argentina), el profesor Rodolfo Varela, nos ha enseñado que la práctica política está generalmente disociada de la ideología, porque requiere más de pragmatismos que de dogmatismos. Explicaremos el porqué e iremos apuntando de a poco al objetivo…
De Adam Smith a Marx: todos somos peronistas
Adam Smith propugnaba desde su famoso ensayo “La riqueza de las Naciones…”, que toda nación debía aprovechar las ventajas comparativas que tenía frente al resto para poder competir y enriquecerse como corresponde y las leyes del Dios mercado así lo disponen. Entonces, decía, una nación que se especializa y dispone de los medios para fabricar alfileres, tendrá grandes chances de fabricarlas a menor costo que aquel que no tiene los medios para hacerlo. Los costos de los alfileres de esa fábrica serán menores que los de la fábrica que no disponga de los mismos medios o de aquella nación que no disponga de las máquinas y fabrique los alfileres de manera artesanal.
Esta teoría tiene un tufillo seductor. Si será más barato producir esos alfileres, será menor el precio de venta que tendrá en el mercado. Esos alfileres serán una ventaja para la humanidad en la medida en que los mercados se encuentren libres de barreras. Porque la falta de barreras de carácter aduanero, no encarecerán los productos y así, todos podrán disfrutar de la “baratez” de estos productos, hechos en el país donde se producen más baratos para que el mundo pueda pagarlos más baratos.
La lógica del mercado es sencilla, puesta así en términos tan generosos. El fabricante que más barato produce no hace negocios, sino que prácticamente cumple el rol de un San Francisco de Asís de la producción. Y la humanidad debe prenderle velitas a Coca-Cola porque no existe en el mundo nadie que venda la Coca-Cola más barata que la propia Coca-Cola… ¡Ah! ¡Pero no nos dimos cuenta que sólo hay un fabricante de Coca-Cola! Bueh, será cuestión de esperar que la Pepsi-Cola venda su producto REALMENTE a un precio más acorde a los costos de producción para que nos demuestren que Adam Smith tenía razón.
¿Pero cuál es la razón por la cual Adam Smith se equivocó? Si es que se equivocó, claro…
Adam Smith tenía muy claro que las naciones que producen manufacturas se enriquecen de manera más contundente que las naciones que producen materias primas. Con el correr de los años, eso se llamó División Internacional del Trabajo que, como dice Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder o, lo que es más preciso, unos se especializan en enriquecerse y otros en empobrecerse. “La riqueza de las Naciones…” propugna el libre comercio en épocas de restricciones comerciales, cuando Gran Bretaña comenzaba una política de expansión comercial y las demás potencias europeas se hallaban en franco retroceso sin saber cómo contrarrestar el avance feroz de una nación que los avasallaba con una Revolución Industrial que cambiaría el mundo y, a la larga, terminaría sometiéndolos. La teoría, el dogmatismo de Adam Smith, era el libre comercio. Un libre comercio que liberaba las barreras aduaneras para los productos británicos e imponía aranceles para aquellos productos que competían favorablemente o en condiciones ventajosas contra los mismos “alfileres” que ellos mismos intentaban imponer.
La dinámica del modo de producción capitalista funciona así. Puesto que el capitalismo es plusvalía, entonces las relaciones comerciales entre naciones se basan en una relación de explotación, también. Cardoso y Faletto lo explicaron en términos de relaciones de dependencia. Otros autores, en términos de imperialismo. Las relaciones comerciales entre países también son relaciones de explotación, de sometimiento y de dominación. Y aunque Marx explicaba que los modos de producción no se encuentran en estado puro, el capitalismo de Adam Smith funciona gracias a que los países dominados se encuentran sometidos a lógicas internas de mercado con una gran dosis de economía informal que hacen posible su subsistencia sin provocar el gran estallido que debía haberse producido sin su existencia. Un ejemplo muy claro es la economía informal en los países latinoamericanos, que permiten que un gran porcentaje de los marginados se incorporen a la economía formal viviendo de los ingresos generados por la economía informal (el caso del mercado negro de La Salada, en Buenos Aires, Argentina, que emplea a decenas de miles de personas fuera del circuito económico formal es un ejemplo muy claro).
Arturo Jauretche nos enseñaba, por oposición, que el libre mercado es un invento de vivos para consumo de zonzos. Y que los dogmas, sean liberales o socialistas, pierden sentido cuando la letra estricta se impone sobre la realidad. No puede ser nunca el mismo socialismo en Kuala Lumpur, que en Cuba o que en la Argentina. Porque las condiciones de la realidad de cada país (cantidad de población urbana sobre rural, producción de materias primas, diversidad económica, consumo cultural, etc.) determinan los modos en que se llevará a cabo el socialismo en cada país. Cada país impondrá restricciones económicas o aduaneras tal como lo hace Gran Bretaña sobre ciertas producciones argentinas puesto que la lógica de su producción se impone sobre el dogma de Adam Smith. Y cada país impondrá su lucha antimonopólica contra los agentes internos y externos en cada país de acuerdo a como estos se presenten. De más está decir que en Kuala Lumpur les debe preocupar muy poco la lucha contra el imperio de Cablevisión y las medidas aplicadas para imponer el Fútbol Para Todos. Allí, el elemento cultural que el Estado debe apropiarse y no permitir que ningún monopolio se apropie, será otro. Cada país aplicará restricciones aduaneras por más liberal que sea, porque es lo que precisa y porque no hacerlo provocaría un problema económico muy grande en los sectores productivos favorecidos con esas restricciones; y cada país permitirá un determinado grado de capitalismo si ello favorece la dinamización de la economía en ciertos sectores determinados, por más socialista que sea, pues ello siempre redundará a favor de sus propios intereses. El dogma es letra muerta.
Eso es pragmatismo puro. Peronismo, que le dicen…
De Lenin a Fidel: todos somos kirchneristas
El otro ejemplo claro del pragmatismo impuesto sobre la letra del dogma es el de la Nueva Política Económica de Lenin, en los primeros años de la Revolución Rusa. Esta política se basaba en la simple lógica de la dinamización del mercado interno, si es que les suena, queridos amigos. Un país empobrecido, con enormes vestigios de economía feudal, con un campesinado hambreado y una economía dependiente de las bondades del buen clima para lograr buenas cosechas (¿les suena más ahora, my darlings?). Lenin, para lograr una industrialización efectiva, no tuvo más remedio que apelar a la inversión de capital. Entonces, se puede decir que (si fuéramos estrictamente dogmáticos) Lenin propugnaba un sistema económico mixto y no era socialista en el sentido puro de la palabra… ¡Pero no! Pragmáticamente, sabía que si necesitaba de una industrialización y una dinamización del mercado interno, debía conseguir capitales, ponerlos al servicio de la economía y cuando hayan cumplido su cometido, entonces sí darles una patada en el rincón del cuerpo que más les humille. ¿Acaso alguien se atreve a discutir el grado de marxismo de Lenin?
Fidel Castro tuvo que recurrir casi a la salida contraria, pero no por pragmatismo, sino porque le cerraron los caminos. El bloqueo salvaje impuesto sobre la isla obligó a Cuba a recostarse en la almohada que les ofrecía la URSS sin poder conseguir, por más que quisiera, capitales para invertir y dinamizar la economía. En la medida en que los lazos impuestos por el bloqueo fueron ajándose y se volvieron más flexibles, en los 90, comenzaron a fluir los capitales a la isla. Las teorías que se esgrimieron fueron de lo más absurdas: era el resultado de la caída del muro; la derrota del socialismo en manos del capitalismo le torció el brazo a Fidel; el líder revolucionario se puso viejo y gá-gá y tantos etcéteras más que sería tan ridículo citarlas como en su momento lo fue argumentarlas. ¿Alguien se atreve a decir que Fidel es ahora menos socialista que lo que fue siempre?
Lo que hicieron uno y otro fue aplicar determinadas salidas pragmáticas con el objeto de dinamizar el mercado interno para, luego sí, con la posición fortalecida, enfilar el rumbo hacia donde el dogma o el signo ideológico de cada uno lo quiera.
Eso es pragmatismo puro. Kirchnerismo, que le dicen…
De Yrigoyen a Carrió: todos somos democráticos
Cuando se plantea la crítica de la “falta” de peronismo por parte del kirchnerismo contemporáneo, se instalan discusiones estériles plantadas desde el dogmatismo más estricto hasta el historicismo con fórceps. Perón no hubiera mantenido una propiedad compartida con capitales privados en YPF; Perón ya habría estatizado los FFCC; Perón… El General apeló a otras salidas porque los recursos eran otros. Porque se tiró a la pileta y encontró agua. Supongamos, si nos atenemos a la fuente primerísima que es el relato del mismo Perón (ver “La revolución peronista”, del ex peronista Pino Solanas), Miranda encontró las condiciones favorables –ingleses desesperados por vender y urgidos de capitales, una deuda a favor de la Argentina que ahora no existe, condiciones extraordinarias para un despegue industrial, etc.); no podemos caer en el remanido discurso que Perón hizo lo que hizo porque pateaba lingotes de oro en la Casa de la Moneda. Hizo lo que hizo porque tuvo los cojones y la voluntad política para hacerlo. Y era EL momento para hacerlo. En el ’73 no nacionalizó la banca y el comercio exterior. ¿Perón dejó de ser peronista? Simplemente, los tiempos dictaban otras políticas por interminables razones.
Las políticas llevadas a cabo por el Gobierno argentino desde 2003 a la fecha atienden el más puro pragmatismo. Pero apuntando siempre y sin perder la vista del horizonte donde asoma la redistribución de la riqueza, la inclusión y la dinamización del mercado interno con una industrialización incipiente. Eso es pragmatismo. Peronismo, que le dicen…
Y en este pragmatismo, la presidenta jugó con la oposición por diplomacia en función de los tiempos políticos y de una necesidad que no termina de quedar muy clara.
Los que sentimos admiración por ella (y los que no), sabemos que hay un defecto del que carece: la ignorancia. Su formación es sólida como abogada, como legisladora y conoce sobradamente de una materia que nos vincula: la Historia.
Por eso, cuando le elogió a la UCR su vocación democrática a lo largo de la Historia, y destacando el desdén que el peronismo tuvo hacia ese sistema político, sabemos que fue un guiño, una deferencia política. Pero está faltando a la verdad.
La UCR tiene un origen vinculado a la práctica constitucional desde sus orígenes, ya que la Ley Sáenz Peña es producto de las luchas del primer radicalismo. Hipólito Yrigoyen fue víctima del primer golpe de Estado, por ser luchador incansable de la causa nacional y popular y por ser el artífice de la democratización del país. Punto. Se acabó la democracia radical. La década infame los encuentra participando con el alvearismo, prestándole el consenso al “fraude patriótico”. El 46 lo encuentra compartiendo el palco con el embajador norteamericano Spruille Braden y negándose a ser parte del nuevo movimiento bajo la conducción de Perón. El 52 celebra la muerte de Eva con las famosas pintadas vivando al cáncer y el 55 encuentra al radicalismo aplaudiendo los bombardeos a Plaza de Mayo, para luego vivar a los “Libertadores”. Participan de la fraudulenta e ilegal reforma constitucional del 57 convocada por el dictador Aramburu y le presta funcionarios a cuanta dictadura se cruzó en la Historia Argentina. Abraza una presidencia gracias a un pacto incumplido (Frondizi) y otra con la proscripción del peronismo y perdiendo la elección ante el voto en blanco (Illia), sin olvidar que el doctorcito cordobés hace detener el avión de Perón en Brasil para mantener su proscripción. Acompañan el onganiato sin despeinarse y aplauden el retorno de Perón porque el país era inmanejable para cualquiera menos para el General. Balbín saluda a los “salvadores” de la Patria cuando Videla y toda la crema se apoderan del Gobierno instaurando la más sangrienta dictadura de la Historia en América Latina. Y Alfonsín recién asoma el cogote desde Chascomús para incorporarse a la Multipartidaria recién y luego de haber asistido a la lucha de los sindicalistas argentinos liderados por Saúl Ubaldini, que le venían haciendo paros a la dictadura desde el año 77 (y se pierde el símbolo de lucha que levantaba las banderas, Oscar Smith), cuando todavía los radicales se mantenían al frente de intendencias y eran los más encumbrados funcionarios de la dictadura genocida.
Los sectores trabajadores que le pusieron el cuerpo a las balas fueron los peronistas. Los que pusieron la mayoría de los desaparecidos, también. Y la izquierda comprometida con la causa revolucionaria. Había (y sigue habiéndolos, claro) radicales yrigoyenistas comprometidos con la causa nacional y popular y que fueron víctimas de persecuciones y torturas. Pero son los menos. El radicalismo actual es alvearista, oligárquico, conservador y sus más fieles representantes no tienen un pelo de democráticos. Carrió, Stolbitzer (por más que formen partidos por doquier fueron, son y serán radicales), Morales, Alfonsinito, Sanz y todos ellos no dudan ni dudarían en ponerse del lado de un golpe que derroque este gobierno (que no es posible en el modo tradicional) y les permita acceder con la mayoría proscripta, tal como lo hicieron Frondizi e Illia. Porque Raúl Alfonsín muere apoyando a este gobierno y recurriendo a la memoria para recordar que los enemigos de este Gobierno fueron los suyos. Alfonsín, sin ser el súper héroe volando con la capa democrática, fue el último líder democrático y medianamente yrigoyenista que tuvo el radicalismo. Y en sus últimos años respiró kirchnerismo, mal que les pese a quienes hoy son oposición.

Para hablar de democracia, hay que preguntarle a un peronista, compañera presidenta. No a un radical. Solemos coincidir. Pero esta vez no entendemos este guiño a la oposición. Aunque podemos afirmar que esta es una falaz coincidencia. Si a usted le sirve, está bien. Nosotros, como historiadores, nos encontramos en la obligación de poner las cosas en su lugar. Al campo nacional y popular, en la democracia; al radicalismo, al lado de los dictadores. Como siempre fue, traicionando los preceptos de Don Hipólito. 

2 comentarios:

  1. Si, quizá en el elogio hubiese sido mejor si se refería a Alfonsn (padre, obvio) y no a la historia del radicalismo, ya que sus políticas distaban bastante, aún conservando algunas formas de lo que es un radical nato.Quiza quiso poner un paño ante la oposición feroz que tiene, no se, ella sabrá. Lo que le faltó a Cristina según mi opinión fue y es más cintura política con respecto a los sindicatos, que todos sabemos muy bien lo que son y ahora no tendríamos estos kilombos con ellos que le hacen un paro netamente político y sin ninguna razón de hacerlo. Creo a mi entender que de haber estado Nestor a este HdP de Moyano y compañía los tendría bien controlados. Lo que escribiste, impecable, como siempre.

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  2. Excelente y coherente planteo Alejandro! Un preciado paseo histórico mundial y nacional, y respecto a este espacio, en el derrotero radical que realizás no puedo dejar de pensar en Leandro Nicéforo, cómo tanta pasión, convicción y entrega pueden diluirse descaradamente en sus ¿herederos?, llegando a disentir cuán pudo serlo su sobrino Hipólito, más allá de lo irrefutable en cuanto a obra de gobierno, en tanto su legado.
    Excelente, adoro leerte porque empatizo, por aportar desde la crítica más allá del embanderamiento ideológico que tenemos! un abrazo!

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